Fue un partido de gazapos, pifias y patinazos, pero con un color distinto al de otras tardes. Había 200 granadinos vestidos de rojo, que pagaron 15 euros por viajar a Cáceres, dormir en el hotel Iberia, desayunar y entrar a ver a su equipo. ¡Da gusto tener un patrocinador generoso como la Caja General de Granada, que apoya al equipo y a las peñas!

En Granada, aunque van los últimos, tienen 5.000 socios, los 7.000 asientos de su pabellón se llenan en todos los partidos y cada empresa local patrocina un encuentro regalando entradas. Además, los jugadores federados de cualquier deporte pagan sólo tres euros por ver los partidos.

El caso es que las gradas del Multiusos estaban algo más animadas y llenas que sábados pasados y hasta el palco tenía otro color con el alcalde Saponi, con Carlos Sánchez Polo y Jesús Luis Blanco cambiando sus asientos de siempre por barrera de honor, y con más concejales que nunca. A pesar de tanta autoridad, o quizás por eso mismo, los jugadores decidieron perder la cabeza y aquello se convirtió en un florilegio de desatinos, yerros y tonterías hasta que se impuso la cordura de los abueletes del baloncesto español. Y ahí sí que no hay quien gane al Cáceres, donde juega el superabuelo Orenga, que fue felicitado por su partido 600 en la ACB, y sus hermanitos talluditos: Hansen, Ferrán, Dani...

Es lo bueno del Cáceres, que un sábado te gana con el equipo de las cabras locas juveniles y al otro vence sacando al equipo de los chicos responsables. En medio de todos, el pobre Martin, que ya no sabe ni siquiera si es de la familia.