De la euforia a la desolación. La afición cacereña tardará en olvidar el extraño viaje que experimentó durante los 40 minutos de juego. La enorme expectación, con más de 4.000 personas en la grada, no tuvo el premio de la victoria. Y eso que el Pabellón Multiusos se transformó en un hermoso hervidero de sueños y que probablemente ningún partido de baloncesto que se haya disputado en él ha tenido tal ambiente, incluyendo los de cuatro años de Liga ACB que acogió.

La vida es saber perder, como hace poco decía David Trueba, pero en el momento de la derrota resulta poco menos que imposible buscar consuelos, sobre todo cuando desde la grada se ha ofrecido tal apoyo y cuando en la pista los jugadores han realizado tal demostración de esfuerzo contra las adversidades.

Desbandada

La pena fue tal que una gran parte del público que asistió al primer choque de semifinales se levantó de sus asientos tras la derrota y no tuvo fuerzas para asistir al segundo. Se vieron lágrimas, imprecaciones, juramentos y, sobre todo, miradas perdidas, con la sensación de que se había escapado una oportunidad histórica. Los intentos de evitar la cara de tonto resultan casi siempre inútiles.

Como rezaba una de las numerosas pancartas que los más animosos habían colocado en las horas previas, "pase lo que pase, nos vamos a la feria", aunque seguramente No fue la única lectura de este tipo que se vio. Algunas apelaban al sarcasmo ("Sanguino selección, Gasol jubilación") y otras la tremenda fe que se ha recuperado en los últimos meses por el baloncesto en la ciudad ("Y el baloncesto resucitó"). Quizás la más expresiva de todas fue esa de "Viva la Virgen de la Montaña y la madre que os parió"). El Illescas no se dejó intimidar por "Bienvenidos al infierno verde" que una hora después del partido recogía Miguel Gilete. "No se puede ganar contra siete", lamentaba.

La magia que se generó no fue suficiente, aunque en el aire había una ligera impresión: el ambiente del pasado sábado en el segundo partido de la eliminatoria ante el Caja Rioja fue aún más intimidatorio. O al menos ayer no se conectó también con los jugadores, que salieron lanzadísimos y al final se vieron ahogados por la sensación de disgusto.

Hubo numerosos rostros conocidos, empezando por el presidente de la Federación Española, José Luis Sáez, flanqueado en el palco por la alcaldesa de Cáceres, Carmen Heras, y el consejero de los Jóvenes y del Deporte, Carlos Javier Rodríguez. El presidente de la Diputación de Cáceres, Juan Andrés Tovar, tampoco se lo perdió. Por un momento mirabas a la grada y sentías que no faltaba nadie, ni del pasado --incluyendo a Angel de Pablos, héroe del 10 de mayo-- ni del presente. Otros ex como Alfred Julbe y Juan Antonio Orenga también estuvieron presentes. Eso por no hablar de los representantes, directivos de clubs de ACB y de las competiciones FEB y una parte de los 200 periodistas acreditados para el acontecimiento. Hoy continuará la avalancha, porque aunque el Cáceres esté fuera, el baloncesto continúa y se avecinan otros seis partidos con máxima emoción.

El Redoble

Si hay que elegir un momento de la intensa tarde baloncestística, el mejor llegó en el tercer cuarto. El Cáceres 2016 venía de remontar con fiereza y enfilaba la recta final del partido oliendo a victoria. Y por megafonía sonó El Redoble , la canción popular que toda la hinchada local coreó como un himno para dar y darse fuerzas.

Hubo más cánticos. "A por ellos, oé, a por ellos, oé" fue la recepción que tuvo el Illescas al inicio; "alé Cáceres, alé, alé", el grito en los peores momentos. Pero nada más ensordecedor que el silencio del último minuto, cuando el partido se escapaba de las manos y en una de las esquinas los cien llegados desde Illescas ya festejaban su acceso a la gran final de hoy. Una final huérfana de Cáceres.

Los jugadores locales saludaron desde el centro de la pista con un rictus de irresistible tristeza y Piti Hurtado pedía explicaciones a los árbitros. Por los altavoces sonaba algo contradictorio el We´re the champions . No, no son los campeones de la LEB Plata, pero sí en los corazones de mucha gente.