España: Luis Amado, Julio, Orol, Javi Rodríguez, Marcelo. También jugaron Limones, Kike, Serrejón, Andreu y Torras.

Italia: Feller, Montovanelli, Zafiro, Bertoni, Zanetti. También jugaron Morgado, Grana, Fabiano, Foglia y Bacaro.

Goles: 1-0 min.24 Kike. 2-0 min.30 Marcelo. 2-1 min.40 Zanetti.

Arbitro: Juan Carlos Sciancalepore (Argentina). Amonestó con la tarjeta amarilla a los españoles Orol y Javi Rodríguez.

Incidencias: Final del campeonato del mundo de fútbol sala disputado en el Pabellón Tao Yuan County de Taipei ante la presencia aproximada de 5.000 espectadores. Con su triunfo, España revalidaba su título conseguido hace cuatro años en Guatemala, con el cacereño Javi Sánchez como goleador y principal líder del equipo.

La selección española se proclamó campeona del mundo por segunda vez en su historia tras derrotar a Italia (2-0) en una final en la que dejó claro que es la mejor del mundo, sin dudas, sin paliativos y demostrando que son los amos de este deporte en el planeta.

España está de enhorabuena. Tiene a la mejor generación del fútbol sala mundial. Lo demostró hace cuatro años en Guatemala. Y lo ha vuelto a demostrar en Tailandia. Da igual dónde juegue, en América del Sur, en Europa o en Asia. Son los mejores. Y el Mundial es su campeonato.

Se llevó por delante a todos incluida Brasil, los autoproclamados mejores del mundo. La final fue todo un recital de juego, disposición táctica y calidad, aderezado con dos golazos. Javier Lozano, ese técnico que ha llegado a ver hasta un partido de Palestina, lo tiene todo controlado. Los jugadores son piezas perfectamente engranadas.

España tiene un deporte de equipo en el que no hay excusas. No hay arbitrajes que nos dejen fuera. Ni el terreno en mal estado, ni presión ni manos negras. Salen, ganan y se vuelven.

Enfrente estaba un equipo durísimo. Debe ser la camiseta italiana porque, sea el deporte que sea y los jugadores que la vistan, todos juegan igual. El patrón de juego es idéntico. Y eso que en fútbol sala salvo un jugador (Zafiro), el resto son brasileños.

España salió a por todas, dolida por el encuentro de la segunda fase. Sabedora de que era mejor, tuvo la posesión del balón en la primera mitad y fue la única que se fue hacia la meta rival.

Pero Italia si hace algo bien es defender. Con la mayor parte del juego en territorio transalpino, España sólo tuvo una ocasión clara de gol en la primera mitad por mediación de Kike.

AL PATADON Los italianos parecían estar jugando el VI Naciones de rugby. Patada a seguir y a que hubiera fortuna en forma de un rechace. Así lo hicieron en la segunda fase y les fue muy bien. Tanto que de los tres tantos, dos fueron en propia puerta. Por eso en todos los saques de esquina y faltas buscaban lo mismo, aunque esta vez no les fue bien.

Había un jugador por encima del resto que estaba especialmente motivado. Lo estaba porque fue el único en fallar en a tanda de penaltis contra Brasil en semifinales y porque, según confesó, pasó los peores cinco minutos de su vida. Y también porque no estaba al nivel que de él se puede esperar. Ese era Kike.

Fue el primero en avisar en la primera mitad y a los 24 minutos anotó el 1-0 para España. Fue un gol de rabia, un zapatazo desde fuera del área. Lo gritó con ansia, pero rápidamente fue el primero en pedir calma. El título estaba en el bolsillo. El gol sacó del partido a Italia. Tenían que jugar para empatar y no están acostumbrados. Tanto que dejaron huecos y Marcelo lo aprovechó en el 30 para sentenciar. Un golazo, regateando al meta con un sombrero y marcando a placer. Era el triunfo de la calidad. El gol a falta de 30 segundos de Zanetti sólo le dio algo de emoción al partido.