Superada la frustración de no haber conquistado un título grande en fútbol, España ya figura, justificadamente, entre el ramillete de favoritas para ganar el Mundial. Es la campeona de Europa, sí, pero, además, posee un gran equipo.

La Eurocopa del 2008 fue la rampa de lanzamiento para que España se situara en el lugar que se merece por la fortaleza y la calidad de la Liga. Acudió al torneo con menos expectativas que nunca, con Luis Aragonés cuestionado y con medio país escandalizado por la ausencia de Raúl, y el equipo, sin presión, fue cepillándose rivales y complejos con un triunfo a Italia en los penaltis y otro sobre Alemania, el paradigma de la eficacia, en la final.

Ahora, España puede mirar a los ojos a Brasil. Aunque el marcador de Mundiales vaya 5 a 0. Nada tiene que envidiar la llamada roja a la canarinha , excepto el palmarés. Le ha arrebatado la etiqueta del jogo bonito que pendía de las camisetas brasileñas. Garrincha, Pelé y Tostao son historia. Como Zico y Sócrates. Como Ronaldo y Ronaldinho, a no ser que Dunga sufra un periodo de enajenación transitoria, les vea delgados y veloces y se los lleve a Suráfrica. Brasil, campeón de la Copa Confederaciones confía la potencia de Maicon y Alves, la frialdad de Kaká y el oficio de Luis Fabiano para aspirar a ser hexacampeón.

Pero habrá otros hexacampeones enfrente, con el sello azulgrana que han estampado Xavi e Iniesta en España. Brasil es el reto, pero no el único. Italia y Alemania no han desaparecido.