La pista se ha convertido en la salvación del ciclismo español en los Juegos. Si las carreteras atenienses vivieron un lloriqueo incesante de los protagonistas, el velódromo no deja de proporcionar satisfacciones. Sergi Escobar logró ayer su segundo bronce en Atenas como jefe de filas del equipo de persecución, a los dos días de ganar el mismo metal en la prueba individual.

Escobar, el madrileño Carlos Castaño, el donostiarra Asier Maeztu y el catalán de Olot Carles Torrent fueron ayer cuatro locomotoras perfectamente sincronizadas en los poco más de cuatro minutos que invirtieron a 60 km/h para doblegar en los cuatro kilómetros de la prueba al equipo alemán. Ni la salida fulgurante de los rivales alteró el pulso de unos corredores a los que les late el corazón unas 40 pulsaciones en reposo. "Teníamos que marcar nuestro ritmo y no preocuparnos. Jaume nos dijo que no miráramos los tiempos", explicaba Torrent sobre las indicaciones a pie de pista del seleccionador Jaume Mas, el tutor del milagro en la pista.