Todo o nada. En la batalla de Pretoria, la capital administrativa de Suráfrica, no hay término medio ni vuelta atrás para España. Colocada en una situación crítica por su inesperada derrota inicial ante Suiza, la selección de Del Bosque se juega ante Chile en 90 minutos algo más que pasar a octavos (20.30, Telecinco).

En Pretoria, a unos 50 kilómetros al norte de Johannesburgo, se pone en juego, tal vez, el futuro de una generación triunfal, que holló la cima hace dos años con la conquista de la Eurocopa. Esa misma selección que se ve ahora con la soga apretando dolorosamente su cuello, obligada a ganar en el Lotus Versfled, un estadio más digno del rugby que del fútbol. El escenario, por muy mal que esté la hierba, que lo está, no importa. A España, enrededada en ese chasco en el debut de Durban, se le acabó el margen de error.

EL DESTINO, EN SUS MANOS Si España gana es dueña de su destino, pudiendo acabar primera de grupo --era lo previsto hasta que topó con Suiza-- evitando así a Brasil en los octavos (Portugal sería el rival). Pero la selección de Del Bosque, cuestionado porque el stablishment de La Roja considera que ha roto la esencia mágica de Luis, no puede pensar más allá de Pretoria. De esta noche, de los 90 minutos que marcan la frontera entre el fracaso más absoluto --si el campeón de Europa cae a la primera no hay coartada posible-- y la puerta hacia un futuro mejor.

Chile es el enemigo. Más bien Marcelo Bielsa. No se entiende Chile sin Bielsa, un entrenador cuya filosofía ha sacudido las estructuras emocionales de ese país, de 17 millones de habitantes, erigido en el símbolo de la ilusión. Hace casi prácticamente medio siglo, desde 1962, cuando La Roja --así la llaman también los chilenos-- acabó tercera en el Mundial que organizó, en que el país no se sentía tan orgulloso de un grupo de jugadores, algunos procedentes de estratos sociales muy pobres, que los representan con tanto honor. Y no se sentía tan feliz con un entrenador, argentino él, que ha transformado un anónimo equipo en una selección respetadísima. ¿Miedo a Chile? Tal vez sería excesivo, pero España tiene un respeto reverencial a la fastuosa obra levantada por Bielsa en apenas dos años.

Hace unos días, Mark González, el exjugador del Betis, ahora en el CSKA de Moscú, retrató a su equipo. "Nadie quiere jugar contra nosotros porque saben todo lo que corremos", dijo el hombre que marcó el gol del triunfo sobre Suiza, desatando una marea roja que recorrió el país andino. Tiene razón. Chile corre mucho y juega bien. A veces da la sensación de que no hay 11 chilenos en el campo sino 50 por la hiperactividad que despliegan en ese fútbol ordenado, que no mecanizado. Son los soldados de Bielsa. Hay 11, pero, en realidad, son miles. ¿Y España? Tiene que ser lo que fue.

"MORIR CON LAS IDEAS" Una vez recuperado Iniesta, Del Bosque no puede echarse atrás llegado el día de la verdad y renegar del camino que emprendió. No puede hacerlo porque no tiene jugadores para ejecutar otro plan. Es lo que es, un equipo maravilloso donde, si funciona el toque y asoma el vértigo cuando debe y rescata la puntería perdida en los dos primero partidos, podría ser capaz de todo. Hasta de ganar el Mundial. "Vamos a morir con nuestras ideas", enfatizó Xavi.

Como Chile. La batalla de Pretoria se presume hermosa. "Vamos a intentar superar al rival siendo protagonistas del partido. Queremos intentar superarlos por los caminos más comunes: o sea, poseer la pelota y atacar, y defender lo menos posible, aunque a lo mejor tenemos que defender mucho", recordó ayer un taciturno Bielsa. Tenía la mirada perdida en el micrófono o en la mesa cuando respondía. Hablaba con extrema lentitud, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Curiosa contradicción. Esa lentitud del técnico se transforma en una selección que viaja a la velocidad de la luz.

Del Bosque, entretanto, siguió con su tono pausado. Serenamente feliz. Mientras España cruza los dedos para que la aventura de La Roja no le estalle en la cara, el técnico ofrecía la apariencia de quien va a tomarse un café con su mejor amigo. Pero por dentro, aunque no lo parezca, debe ser un volcán. "No siento vértigo, espero que no sea el partido más importante de mi carrera. Y que haya más en el Mundial". Su único Mundial empieza y acaba hoy en Pretoria.