Isidre Esteve, que no ha ganado ninguno de los diez Dakar que ha corrido, que no se ha podido proclamar campeón de nada, que no ha sido el mejor piloto de raids de la historia, obtuvo ayer, ante un centenar de periodistas a los que les puso la piel de gallina, el mayor premio que puede obtener no solo un piloto, sino cualquier persona: la admiración, el respeto, el cariño y la devoción de todo el mundo.

"Estoy aquí, en la parrilla de salida de mi primera carrera sin moto y sé que lo que voy a decirles les sonará extraño. Desconozco cómo me ven pero, créanme, estoy contento, soy feliz y la vida es un regalo para mí". Estas son palabras utilizadas ayer por Esteve, de 35 años, para iniciar su primera comparecencia ante la prensa tras dos meses y medio indescriptibles en los que no solo ha recuperado la vida, sino también, y más importante, el placer de vivir, de afrontar una "nueva vida, ni mejor ni peor, diferente", tras el gravísimo accidente sufrido, el pasado 24 de marzo, en la Baja Almanzora (Almería) cuando su KTM se convirtió en una catapulta al tropezar con una roca. Al aterrizar, Esteve se fracturó la séptima y octava vertebra y, de momento, está paralítico de cintura para abajo.

Es posible, quién sabe, que Esteve se derrumbase 10 minutos después de afrontar, con un aplomo admirable, una entereza digna de un campeón y la frialdad del cirujano, la prueba del algodón ante los periodistas.

ENTEREZA Si no es así, estamos frente a Superman. Y lo celebramos. "Tengo la suerte de estar vivo, la suerte de contar con los dos brazos y las manos, mi cabeza está bien y puedo hacer mil cosas. Y las voy a hacer", comentó el hombre que jamás se ha considerado un campeón o un piloto extraordinario ("yo siempre tuve que trabajar más que los demás para llegar donde llegué, pero llegué y eso me enorgullece") y que anunció, para todos aquellos que se encuentran en su situación y que no han parado de enviarle correos de apoyo, que: "El mundo no se ha acabado para mí y os voy a decir una cosa: cuando os crucéis conmigo, lo único que tenéis que hacer es mirar un poquito más hacía abajo, pero yo siempre estaré ahí para echaros una mano, para ayudaros". Esteve no puso límite a su esperanza ni a su rehabilitación.