Es exigente, teórico, responsable, buen psicólogo y amante del orden. Javier Lozano es, a sus 44 años, un técnico que se ha instalado en la cultura del éxito y que se siente cómodo en ella. Le ha costado tantas horas de trabajo conseguir que el fútbol sala español dejara de ser un deporte de amiguetes y diera el salto de calidad, que ahora no renuncia a disfrutar de su parcela de gloria. Y es que Javier Lozano, el seleccionador español que el domingo ganó su segundo título mundial, se ha dejado la piel por este deporte desde que llegó al cargo en marzo de 1992.

Y todo por su trabajo. Por su dedicación. El fútbol sala español no se puede entender sin él. Es el gran ideólogo. El hombre que en 1993 dejó el cargo como entrenador del Interviú, que compaginaba por entonces con el de seleccionador, para dedicarse en exclusiva, desde su despacho de la Federación Española, a la difusión del fútbol sala.

Trabaja para la FIFA

España nunca ha dejado de crecer con él. Lozano se encontró un equipo defensivamente muy fuerte, pero tácticamente inflexible e individualista. Fue él quien, ayudado por la nacionalización de jugadores como Paulo Roberto y Ferreira primero y el liderazgo de hombres como el cacereño Javi Sánchez, y Daniel y Marcelo después, le aportó la creatividad necesaria y la unidad, para acabar con el dominio de Brasil.

España ganó con él la medalla de bronce en el Mundial de Hong Kong, en 1992; la plata en España-96 y conquistó, por fin, el oro en el Mundial de Guatemala-2000. Y ayer hizo el más difícil todavía: revalidar el título. Una medalla de oro que premia su método.

Se acuesta cada noche con los vídeos de los partidos de los rivales. Para el Mundial había llegado a estudiar el juego de Irán, la gran potencia asiática, en un partido ante Palestina. Lo tiene todo tan controlado como su apretada agenda semanal. Compagina el cargo de seleccionador con el de director de la Ciudad del Fútbol de la Federación Española en Las Rozas. A ello se añaden los cursos de entrenadores que imparte, las conferencias que dicta y su asesoría a la FIFA y la UEFA.

Lozano se encarga de difundir el fútbol sala a nivel mundial. Un trabajo que le ha convertido en un estratega modelo. Tanto que Japón, que desea crecer en el panorama mundial con una nueva liga profesional de fútbol sala, ya ha contactado con él para que ejerza de asesor en un campeonato donde hay patrocinadores y dinero de sobra para empezar una aventura que podría ser apasionante.

De momento, disfruta con el presente. "Mis jugadores se han quitado la etiqueta de segundones, intimidados por el poder de Brasil, y han sido los auténticos campeones. Me encanta ser obstinado y cabezota, pero el tiempo me ha dado la razón. Nuestro fútbol sala es el mejor", dijo Lozano, el rey del mundo. Su método triunfa.

Sin Paulo Roberto, Jesús Clavería o Javi Sánchez, campeones en Guatemala y retirados de la selección, el equipo de Lozano ha conservado la corona mundial y ha disipado todas las dudas. Ya sea en Asia, en Suramérica o en Europa, el dominio es incuestionable.