Tenía que ser un festival español y, al final, el único que paseó la bandera en la vuelta de honor --acompañada, eso sí, de la senyera -- fue un catalán de Lloret de 31 años, José Luis Blanco. Fue el que mejor respondió en la final de 3.000 metros obstáculos de los Europeos de Gotemburgo, en la que Antonio Jiménez Pentinel, Penti, perdió la primacía lograda hace cuatro años en Múnich y en la que el ganador fue una auténtica sorpresa, el finlandés Jukka Keskisalo, cuyo mejor resultado había sido un noveno puesto en los Mundiales del 2003 en París.

Keskisalo no había ganado nunca a Blanco, y éste no había podido nunca con Penti. Blanco ni siquiera ha sido nunca campeón de España, en una prueba en la que, en ausencia de los africanos, España es una auténtica potencia. Pero ayer todos los guiones se subvirtieron y Penti se hundió hasta el quinto puesto mientras que Blanco hacía bueno su ataque en la penúltima ría, a unos 500 metros de la meta, para lograr su primera gran medalla, una plata de ley, la sexta del equipo español esta semana. El tercer español, César Perez, acabó octavo en una prueba que la retirada, por enfermedad, del plusmarquista europeo Simon Vroemen (Holanda) había puesto más accesible.

UN POZO DE ANECDOTAS Mientras Penti permanecía sentado en mitad de la pista durante casi cinco minutos, sin entender las causas de su súbito hundimiento --"No he ido bien desde el primer obstáculo, y cuando he querido acelerar por poco me la pego"--, Blanco tuvo tiempo de dar su exultante vuelta, recogiendo los aplausos de un público al que antes de salir había avisado de que su preferido, el sueco Mustafa Mohamed, no ganaría. "Les hice que no con el dedo, y me los puse a todos en contra", explicó el divertido atleta, un pozo de anécdotas en cada campeonato al que va.

El año pasado, en los Mundiales de Helsinki (fue 14º, tras ser 8º en París dos años antes), compareció en una rueda de prensa con un stick para reclamar más ayuda del deporte catalán al atletismo y menos al hockey sobre patines, en aquella época enfrascado en su intento de reconocimiento internacional.

En Gotemburgo, Blanco corrió las semifinales con unos peculiares calcetines largos con gel en el botín, pero ayer olvidó uno de ellos en el hotel y tuvo que correr sin ellos. Pero, eso sí, antes de empezar, mostró a la televisión su personalizado saludo tipo Ronaldinho, pero con tres dedos: "El pulgar es para señalar que estoy bien, y con los dos más pequeños hago la uve de la victoria", aclaró el obstaculista, que tiene una página web y actúa como su propio jefe de prensa y relaciones públicas. Poco acostumbrado a correr en estadios llenos de público, como ayer (más de 30.000 personas), y gran culé como es, Blanco se hacía invitar al Camp Nou en partidos europeos para habituarse a ambientes multitudinarios.

"No podía dejar escapar este tren, que pasa cada cuatro años", concluyó con una enorme sonrisa en los labios.