Fuera las ayudas electrónicas, que no regresen nunca más a la F-1. Este deporte ha recuperado el sabor de otros tiempos, esa mezcla de habilidad, suerte y heroicidad que lo hicieron grande. Ganó Lewis Hamilton, pero triunfó la F-1. Ahora un Toro Rosso tiene derecho al podio, dos Ferrari pueden cerrar el pelotón, un Renault pelea con un McLaren y dos jovencitos como Hamilton y Nico Rosberg se abrazan en lo más alto del cajón. Ahora un campeón como Kimi Raikkonen o un debutante como Nelsinho Piquet se permiten el lujo de mejorar siete posiciones en la salida y perder cuatro al bloquear las ruedas traseras en una frenada.

Ahora las carreras no se deciden en un repostaje. Por eso Fernando Alonso tiene derecho a soñar con posiciones que el potencial de su R28 jamás le permitirían. El Gran Premio de Australia ha devuelto a la bandera a cuadros todo su sentido: todo puede pasar cuando el coche de seguridad entra tres veces en la pista, 13 coches abandonan por accidente o averías y se ven más adelantamientos que en todo el 2007.

Sin embargo, y en tan movido inicio de temporada, ganó Lewis Hamilton, el favorito desde que se hizo con la pole el sábado. El británico se aferró a su talento y a su coche para separarse del caos que se formó tras él.

FERRARI SE QUEJA "Nos está dando problemas a nosotros y a muchos equipos más", aseguran en Ferrari sobre la centralita electrónica construida por McLaren para todos los equipos. La scuderia no rompía el motor de sus dos coches desde el GP de Bélgica-94 (Alessi y Berger). "Los datos erróneos de la centralita es lo que ha dañado los motores", explica, en secreto, un ingeniero italiano. "No nos ha pasado esto antes y no es que ahora seamos imbéciles", apostilló Stefano Domenicalli, nuevo mandamás de Ferrari. El pacto entre los equipos es no criticar la centralita para no emponzoñar más la imagen de la F-1, muy dañada por el caso de espionaje del pasado año. "El problema no es la centralita, sino el enrevesado software para descargar los datos. Parece encriptado a propósito", resalta un ingeniero de Red Bull.

McLaren hubiera firmado un doblete en el Gran Premio de Australia si Heikki Kovalainen no se hubiera quedado atrapado a punto de hacer su segundo repostaje con la entrada del tercer coche de seguridad. Así que Ferrari está obligado a solucionar los problemas con la electrónica sino quiere ver escapar a su gran rival en las primeras carreras. Y no solo McLaren. BMW confirmó en Melbourne la mejoría que se le atribuía durante el invierno. El segundo puesto de Nick Heidfeld es un aviso de que si la progresión continúa pueden conseguir su objetivo de ganar carreras en el 2008.

Mucho más atrás ha empezado Renault. Alonso calificó en el puesto 11º y marchaba en la décima posición a 10 vueltas del final. Y ese es el lugar natural de un R28 imposible de conducir. "No sé cómo va el coche porque no lo piloto", dijo con sorna Flavio Briatore. "Tenemos mucho que mejorar", se sinceró el italiano. No solo está por delante McLaren, Ferrari y BMW, también los Williams en manos del talentoso Nico Rosberg y del también debutante Kazuki Nakajima. Con ocho coches por delante, el asturiano se pelea con los Red Bull, Toyota y los Honda que, bajo el mando de Ross Brown, parecen ver la luz al final del túnel.

O lo que es lo mismo, Alonso tiene coche para moverse entre el noveno y el 16º. Otra cosa es que en carrera se supere, se suba por las paredes como en Albert Park, batalle con coches más rápidos y se encuentre con un cuarto puesto. Eso es ya cosa suya.