Suzuka. Viernes, 10.45 de la mañana. Primera manga de entrenamientos libres del Gran Premio de Japón. Lewis Hamilton pierde el control de su McLaren y destroza el MP4/25. 11.30. Los mecánicos detectan que el alerón trasero, pieza única, una evolución para la que el equipo no trajo repuesto, está dañado. 12.00 horas en Japón, cinco de la mañana en Inglaterra: el turno de noche de la fábrica de McLaren saca del horno un alerón gemelo para Hamilton. 07.30 horas en Woking (Inglaterra). Un ingeniero se dirige al aeropuerto de Heathrow con la pieza para recorrer 9.000 kilómetros en un avión con dirección a Suzuka. 12 horas después (00.00 de la noche en Inglaterra, siete de la mañana del sábado en Japón), los mecánicos montan la pieza en el coche de Hamilton para tomar parte en los entrenamientos libres.

"Lo siento por el equipo", se disculpa Hamilton. "Hicieron un trabajo enorme para reconstruir el coche". No hacía falta tanta prisa. Un diluvio obligó ayer a aplazar la calificación hasta esta madrugada (03.00 de hoy, domingo). Peor aún, horas después descubrirían que la caja de cambios del bólido de Hamilton estaba dañada. La cambiaron y el inglés será penalizado, antes de la salida, con cinco puestos más atrás.

Puede que a Ron Dennis y compañía les duela más esa penalización que los miles de euros gastados en un billete de Primera para el alerón, tumbado en el sillón-cama de la clase más cara de los aviones. Es muy frecuente ver a ingenieros de Ferrari, McLaren y Red Bull, viajando en avión con acompañantes de fibra. "A menudo, algunas evoluciones llegan con el tiempo justo y no queda más remedio que traerlas como equipaje de mano o con billete de pasajero", desvela Remy Taffin, ingeniero de Renault F-1.

Viaje de placer

De las tres filas de asientos, el A, es para una pieza, el B, para otra. Viajan bajo custodia de un ingeniero situado en la fila C del pasillo. El tipo vestido solo está allí para asegurarse que las piezas lleguen a su destino en hora y sin ningún rasguño. Van forradas y con su cinturón. ¿Facturarlas? ¡de qué hablan, por favor! Pueden dañarse, romperse, perderse. Ni hablar, ni hablar. "No podemos arriesgarnos a que se dañen", explica Toni Cuquerella, ingeniero de Hispania, el team más modesto.

Ferrari y McLaren hacen viajar sus piezas en clase turista, como un viajero más que no ve películas, ni pide bandejita de comida. Esos grandes miman las piezas que consideran claves para ganar una carrera.

En el caso del gurú del diseño, del genio del lápiz, Adrian Newey, las piezas adquieren el tratamiento de hijos. Por eso, en el 2008, hizo viajar a uno de sus hijos, no ya en clase bussines, sino en Primera, sí, sí, la clase de la fila única, de asientos-cama. Ocurrió en el Gran Premio de Australia. Su última creación, un fondo plano, "se terminó a última hora", recuerda Juan Rodríguez, mecánico de Red Bull. "Se trata de una pieza de casi tres metros, imposible de llevar en clase turista, ni siquiera en bussines", añade.

El ingeniero salió de la sede de Milton Keynes con la pieza en dirección al aeropuerto. Chequeó, se subió al avión y acomodó a su voluminoso acompañante en uno de los grandes butacones. A los pies quedó el neceser, el batín, las zapatillas... y casi 12.000 euros de coste del billete comprado a última hora. ¿Y el ingeniero? Viajó en turista. Así es la F-1.