Es posible que solo se trate de una maniobra de imagen, puede que consista en una campaña comercial con ciertas petroleras, incluso puede darse el caso de que se deba a un esfuerzo por proteger el medio ambiente y servir de banco de pruebas a todo la industria del automóvil, pero el caso es que el Mundial de F-1 ha incluido la ecología en sus directrices.

El reglamento del 2008 ya contempla la obligación de utilizar un 5,75% de biocombustible en la mezcla de gasolina, pero en el futuro, quizá el próximo año, se introducirán nuevos elementos como el KERS (Sistema para la Recuperación de la Energía Cinética, en sus siglas en inglés), un ingenio que pesa solo 20 kilos capaz de convertir en 60 caballos de potencia la energía que se desperdicia en las frenadas de un F-1 en una vuelta.

"Hay una oportunidad clara de guiar el deporte en una dirección atrayente tanto ecológica como comercialmente y vamos a aprovecharla", explica Max Mosley, presidente de la Federación del Automóvil (FIA).

Alimentación

Cuesta creer que la F-1 se haya sensibilizado en la protección del medio ambiente cuando esta temporada estrenará una carrera nocturna en Singapur que necesitará quemar 120.000 litros de gasóleo para alimentar los generadores que proporcionarán la energía para iluminar la pista durante cuatro horas.

Peor aún, un coche de F-1 consume 70 litros de gasolina cada 100 kilómetros y en un gran premio recorren unos 600. Y eso supone una emisión de 900 kilos de dióxido de carbono por coche y gran premio.

Otro dato más: la FIA obliga a que el 5,75% de la gasolina corresponda a materiales biodegradables, lo que se ha denominado como biocombustible. Se trata de un bioetanol, un alcohol que puede generarse a partir de cereales, semillas oleoginosas de caña de azúcar o procedentes de petróleos livianos. Y por ahí viene otra contradicción. Petrobras, una de las más importantes petroleras mundiales, asegura que extrae el biocombustible de los F-1 por un petróleo superliviano.