En la capital de la costa del sol se vive todo con mucha pasión, su Semana Santa, sus ferias de agosto, las cruces de mayo... y el baloncesto. Málaga lleva en la élite del baloncesto desde que yo tengo recuerdos, cuando existían los míticos Caja de Ronda y Mayoral Maristas. Es una ciudad volcada con este deporte, con un pabellón con capacidad para 10.000 persona que se llena cada partido, con peñas charangas y un ambiente excepcional. Yo he tenido la suerte de poder jugar allí y es una experiencia inolvidable.

Una de las características de este equipo es que siempre ha contado en sus filas con numerosos jugadores salidos de su cantera. Buenos ejemplos podían ser nuestro Enrique Fernández, Nacho Rodríguez o Gabi Ruiz, llegando a la actualidad con Berni Rodríguez o Carlos Cabezas. También de jugadores salidos de esta cantera se nutren muchos equipos de LEB Oro: Francis Sánchez o Ricardo Guillén son muestra de ello. Todos estos profesionales se forman y crecen como deportistas en un mismo lugar: Los Guindos.

Da gusto ir a visitar estas instalaciones, no por modernas, sino por ver como cientos de chavales de todas las edades se educan y se forman a través del deporte del baloncesto. El actual Unicaja lleva cuidando la cantera desde siempre porque sabe que es el semillero de futuras estrellas. Jugadores que sentirán el club como algo suyo, lo darán todo por esos colores y harán que la afición se sienta más cerca e identificada con su equipo, pese a que muchos de ellos puedan ser extranjeros.

Este fin de semana hemos podido contemplar un ejemplo más de esta filosofía basada en la cantera. El filial Axarquía compite en la LEB Oro con un grupo de chavales que rondan los 20 años, con un futuro espectacular por delante (Movilla, Fuentes, Severa, Lima...). Chicos con ambición, ilusión y desparpajo. Saben que apuestan por ellos y que la recompensa a su trabajo es grande. Estos chicos son un ejemplo más de que la apuesta por la cantera no falla y que los frutos siempre son las tres B: Bueno, Bonito y Barato.