La voz quebrada se apagó ayer tras una larga batalla. La voz que estremeció a Francia el pasado mes de julio con la retrasmisión del Tour ya no se volverá a escuchar. La lucha ha terminado. Ni la ayuda del americano Lance Armstrong ha servido. "El campeón auténtico", tal como lo definió ayer L´Equipe, antes huraño y ahora entrañable, como sabiendo que cada vez quedaban menos amaneceres que ver, perdió su batalla contra el cáncer. Laurent Fignon, ciclista (1960-2010), las eternas gafas, dos Tours con tan sólo 24 años y un Giro, murió ayer en París.

Supo en todo momento, desde la primavera del 2009 que lo suyo sería un combate prácticamente imposible. Solo el apoyo de Armstrong, "vente a Estados Unidos y miramos lo que se puede hacer", le dio aliento y sobre todo el Tour, su todo. Le costaba respirar, intercalar palabras. Y cada mediodía, con el viento alpino, el calor provenzal, la lluvia pirenaica o la tristeza parisina por un Tour que finalizaba, se colocaba los auriculares para retransmitir la ronda francesa. Le costaba hablar. Tomaba aire con dificultad. Millones de franceses con el corazón en un puño. Pero no se arrugaba a la hora de criticar. Media Francia censuraba a Alberto Contador por atacar cuando Andy Schleck tuvo la avería. Y él, de la vieja escuela ofensiva de los Roche o Delgado, defendía al ciclista pinteño.

El 12 de agosto hizo 50 años. El último cumpleaños. Apenas un mes antes se besaba (como hacen los franceses) con excompañeros y hasta con algunos periodistas con lo que nunca jamás guardó buena sintonía. Si bien es cierto que su carácter gruñón se apaciguó cuando comenzó a dedicarse a funciones informativas, nadie puede olvidar los desplantes, el carácter del antipático Fignon, el que se sintió invencible en 1983 (primer triunfo en París) o cuando se mostró intratable en 1984 (le sacó los colores a Hinault, quien tuvo que aguardar un año para anotarse el quinto Tour).

VERSALLES-PARIS¿Y qué decir de la maldita contrarreloj de Versalles a París? Un Tour (1989) para enmarcar. Greg Lemond, Delgado y Fignon. Tres para un maillot amarillo. Delgado se perdió en el prólogo de Luxemburgo e inició una remontada de rabia. Lemond, a rueda y Fignon a la caza de segundos. Al Tour nunca más se le ocurrió colocar una contrarreloj el último día. La broma costó la última victoria francesa en París. Cyrille Guimard, director de Fignon, había repartido champán por la mañana. Lemond voló. Fignon, no pudo. El estadounidense ganó el Tour por ocho segundos. Un año más tarde se reivindicó ganando el Giro. Así era Fignon. Esperar 11 meses para un nuevo Tour era demasiado tiempo para su cuerpo enfermo.

Tuvo unos inicios brillantes. Tras los dos Tours Fignon se convirtió en un ídolo en su país. Francia veía en aquel corredor joven con gafas, apodado ´el Profesor´, al sucesor de otro gran campeón, Bernard Hinault, a quién le ganó con autoridad en la edición de 1984. Sin embargo, la suerte no acompañó a Fignon. Estuvo cerca en 1989, cuando se quedó con la miel en los labios al terminar a tan solamente ocho segundos del estadounidense Greg Lemond, la diferencia más pequeña que ha separado al campeón del segundo clasificado en el Tour. Ese mismo año ganó el Giro de Italia.