Durante toda la temporada, el director deportivo y entrenador del Cacereño, Ismael Díaz, ha repetido que la apuesta de este año, con un equipo plagado de jóvenes, "comporta sus riesgos". Y tanto: el Cacereño vuelve a Tercera tras dos años en la Segunda División B, tras una primera temporada en la que estuvo a punto de meterse en la liguilla de ascenso y una segunda nefasta en planificación y también en desgracias, con múltiples lesiones que han hecho que el equipo haya estado roto durante gran parte de la competición liguera.

El entrenador del Ecija, Paco Chaparro, relató hace poco, casi de memoria, una alineación del Cacereño de la pasada temporada, con hombres tan determinantes entonces como Juanma Cruz, Cantos, Jorge García, Nacho Garrido, Cordón, Tariq o Cerveró. Era un gran equipo, dijo, con jugadores en estado de gracia permanente que sólo por un mal final no estuvieron en la liguilla de ascenso a Segunda.

La consecuencia

Y la opinión del veterano técnico astigitano era la misma que la de la grada verde. Ninguno de los citados siguió y el Cacereño ha fracasado estrepitosamente.

Sin embargo, Ismael Díaz repitió durante el verano y en el inicio de la competición, ante la comparativa obligada con relación a la campaña anterior, que el Cacereño de ésta era mejor. Los pésimos resultados se han encargado de quitarle la razón escandalosamente. El propio técnico, enfrentado a la afición y a los medios informativos, ha estado en la picota durante buena parte de la temporada, aunque su casi único valedor, el presidente Félix Campo, le ha mantenido hasta el final.

El Cacereño de esta temporada pasará a la historia como uno de los grupos que peor fútbol ha desplegado. Sin embargo, las continuas lesiones, enfermedades e incluso el traspaso de Enrique al Cádiz en invierno han sido utilizados como escudos de la negativa coyuntura. Un aspecto a favor de la plantilla, reconocido por todos: su enorme honradez. Pero esa cualidad no ha sido suficiente en una temporada aciaga y el club está en Tercera.