El corazón le latía con más fuerza sobre el césped del Velódrome de Marsella, que circulando a 47 kilómetros por hora por las calles de la ciudad provenzal. Seguía el último kilómetro de Romain Bardet por las pantallas gigantes del estadio del Olympique rodeado por los periodistas españoles. Bebía una Fanta de naranja, con sorbos impacientes. Chillaban los informadores radiofónicos y Mikel Landa trataba de mantener la calma. Era el reto, un sueño, lo que parecía imposible, ¿cómo iba a perder Bardet 1.13 minutos en una contrarreloj de 22 kilómetros? Pues cedió 1.12 y Landa se quedó, lo nunca visto, a solo un segundo del podio de los Campos Elíseos, de la gloria de acompañar hoy a su compañero y jefe de filas, Chris Froome, en su cuarta victoria en París, la más difícil, la más dura y la que nunca se sabrá si habría llegado de haber sido el vasco rival en vez de compañero.

«Igual ataco mañana (hoy para el lector)», bromeaba Landa, más un deseo que una realidad en una etapa por los Campos Elíseos que, correcta o incorrectamente, la tradición marca que es de paseo, al menos hasta la última vuelta. Y enseguida se cuestionaba dónde había cedido ese puñetero segundo. «¡Se me ocurren tantos lugares!»... desde soltarse en los últimos metros del Izoard, a no esprintar con más energía en Foix o a apretar un poco más en la cuesta salvaje de Peyragudes y hasta, posiblemente, haber iniciado con más agresividad la contrarreloj de Düsseldorf, la que abrió la fiesta del Tour 2017. «Ojalá pueda volver aquí de líder. Estoy contento, pero no lleno», porque verse fuera del podio de la ronda francesa por un mísero segundo --en caso de haber empatado a tiempos con Bardet habría subido al cajón-- no le hace gracia a nadie.

«No he hablado todavía con el equipo, pero en los planes del Sky no entra la posibilidad de luchar en París por el podio de Landa. La última etapa es para los velocistas», palabra del jersey amarillo, del jefe, fin del debate. Hoy solo habrá paseo para el jersey amarillo, en la más ajustada de las cuatro victorias conseguidas y Landa solo se podrá reconfortar, aunque sea mínimamente, subiendo al podio, a la espalda el Arco del Triunfo y de frente la plaza de la Concordia, sobre los adoquines de los Campos Elíseos, París vale una fiesta, como integrante del Sky, el conjunto ganador de la clasificación por equipos.