Fernando Gaviria, a los 22 años, es el corredor colombiano atípico. Porque, con algunas contadas excepciones como Santiago Boteroque, por otro lado, no ascendía nada mal, aunque destacaba como contrarrelojista --llegó a ser campeón del mundo--, los llamados'escarabajos' siempre se han distinguido por ser magníficos escaladores desde los tiempos pretéritos de Lucho Herrera y Fabio Parra hasta los actuales con Nairo Quintana a la cabeza y Esteban Chaves a su estela.

El Giro se despidió este miércoles de Sicilia con lo que dejó su recorrido insular, tras el paso previo por Cerdeña, para buscar ya la Italia peninsular, desde Reggio Calabria para comenzar una lenta subida hacia la parte norte del país. Y, mientras tanto, los velocistas, excepto en la etapa del Etna, más práctica para las figuras que decisiva, se han adueñado del guion de esta primera parte de la carrera que no debe cambiar en exceso al menos hasta el domingo, con la importante cita del Blocklaus.

Gaviria se ha presentado ante la gran familia de seguidores de las carreras de tres semanas. Lo ha hecho en el Giro, después de que ya haya destacado como una figura en la pista con medallas de oro en campeonatos del mundo y varios esprints, su especialidad, anotados ya en diversas carreras del calendario de ruta, la más importante la que consiguió el año pasado en la París-Tours.

La gloria colombiana que espera asumir Quintana en unos días es, por ahora, potestad de Gaviria, en un Giro que domina su equipo, el conjunto belga del Quick Step que ha situado al ciclista luxemburguésBob Jungels en lo más alto de la clasificación general con la 'maglia rosa' a cuestas. La etapa de este miércoles no fue otra cosa que un camino hasta Messina, con fuga consentida, y el pelotón a la espera del anunciado esprint final con sabor colombiano.