Faltaban quince minutos para empezar el partido. Los equipos calentaban sobre el maltrecho césped de La Rosaleda y por la megafonía, con la estridencia que se le supone a una megafonía, atronaba la canción de moda, o mejor el baile de moda. 'Gangnam style', la peculiar coreografía vociferada por el coreano Psy. Pues bien, en una esquinita, apiñados y vigilados por una decena de policías, retumbó un cántico regional. O más bien local: 'El Redoble'. Escuchar el "Me vas a matar / me voy a morir" aquí es muy grande.

Fue una de las escenas de la noche, culminada por otra espectacular, con los verdes saludando a una grada entregada. Los aficionados del Cacereño representaron con la fuerza de sus gargantas a la ciudad, a la comunidad. Desde una hora antes de que empezase el choque, ubicados en esa esquinita 'de Primera' desde la que se hicieron notar, la afición verde dejó su impronta.

Al principio, la dispersa afición malagueña 'pasó' un poco de los cacereños, como el elefante que mira a una hormiga. Sin embargo, unos cánticos de "Sí se puede, sí se puede", un poco al estilo Obama, levantaron una pitada generalizada. Confianza, pero tampoco mucha.

Curiosa fue también la fijación de un sector blanquiazul con Chapi, incluso antes de marcar. El centrocampista del Cacereño fue centro de las iras con gritos que, digamos, cuestionaban su heterosexualidad. Tampoco debe ser malo sentirse Cristiano Ronaldo por un día. Sobre todo cuando marcas el 0-1 y te llevas el dedo a la oreja y los gritos se multiplican.

Hubo cerca de 10.000 espectadores, un poco más del tercio del aforo, aunque en las horas previas había cundido cierto nerviosismo entre los aficionados visitantes porque el Málaga había anunciado que se habían agotado las localidades. Era cierto, pero había truco: los socios entraban gratis, lo que dejaba muy poco 'papel' para las taquillas. No hubo problemas de ningún tipo para acceder al recinto malacitano. Sí los tuvo el anfitrión para pasar la eliminatoria, claro.