¿Un nuevo orden en la F-1? Nada de eso. Al contrario. Puede que Brawn y Red Bull no tengan el pedigrí de Ferrari, McLaren y Williams. Pero se trata solo de colores. Detrás de las pegatinas de los coches hay un trabajo de diseño, coordinación y estrategia más importante y decisivo que el talento de los pilotos. En este negocio mandan los ingenieros y entre ellos, Ross Brawn y Adrián Newey, las dos almas que tienen a Brawn y Red Bull luchando por el Mundial, copando ayer el podio de Montmeló. Nada nuevo: lo han hecho desde que se hicieron un hueco en este deporte. Atención a la cifra: lo ganaron todo entre 1992 y 2004, todos los títulos de pilotos y constructores. Newey en Williams (92, 93, 96, 97) y McLaren (98 y 99); Brawn, en Benetton (94 y 95) y Ferrari (2000, 2001, 2002, 2003, 2004). ¿Dónde está el cambio

Lo extraño, lo raro, lo inusual, han sido los cuatro últimos años. O no tanto. Newey construyó una auténtica bala, el MP4/20, para la temporada 2005, pero la fragilidad del motor Mercedes y la constancia de Fernando Alonso y el Renault le birlaron el título a McLaren. Harto de Mercedes, de Ron Dennis y de la indolencia de Kimi Raikkonen, Newey dejó el equipo dos meses después para iniciar una arriesgada aventura en Red Bull. También Brawn pudo ganar uno más, el del 2006, el que Alonso arrebató a Michael Schumacher. Y también el inglés lo dejó al mes siguiente: no quería trabajar con Raikkonen y no le gustaba la atomización de los cargos que avanzaban en Ferrari.

Dos auténticos genios

Newey (Strattford-upon-Avon, 26-12-1958) y Brawn (Manchester, 23-11-1954) son casi de la misma generación. El primero es ingeniero aeronáutico y el segundo, en energía atómica, los dos licenciados en Oxford, cantera de cerebros. Brawn y Newey son figuras en las dos áreas que definen el potencial de un equipo: la capacidad de innovación y la organización. Juntos serían invencibles. Ya ha habido quien lo ha pensado. Tras su tórrida temporada 2007 en McLaren, Alonso escuchó un rosario de ofertas, una de ellas, la de Red Bull. Newey ya estaba en el equipo y Brawn disfrutaba de un año sabático. Alonso solo puso una condición al multimillonario Dieter Mateschitz: fichar a Brawn. Hubiera sido un trío demoledor, pero al dueño de Red Bull no le salían las cuentas.

Mientras, no hay más que quejas en los demás. "Voy empujando el coche. No hay esperanza posible", se quejó ayer Lewis Hamilton.