Quién dijo que los sueños no se hacen realidad? Grecia cumplió ayer el suyo. Ganó la Eurocopa en Lisboa. En casa del enemigo. En un estadio De la Luz que enmudeció y lloró como nunca cuando vio como un gol de Charisteas rompía en añicos la ilusión de ganar el torneo que habían organizado con tanto cariño. Las lágrimas de 10 millones de portugueses se unieron ayer a las de Scolari, Figo, Deco, Rui Costa, Andrade, Pauleta y compañía. Qué final tan cruel para Portugal. Pero tampoco ellos merecían el título.

Tampoco ellos supieron cómo vencer a la ultradefensiva Grecia. Tampoco ellos derrumbaron la muralla de Otto Rehhagel. Tampoco ellos, como les sucedió a España, Francia y la República Checa, lograron acabar con el estilo más antipático de los que han ganado una Eurocopa. Grecia entró ayer en el olimpo de los dioses. Qué gran anuncio publicitario para promocionar los próximos Juegos Olímpicos.

No es ningún consuelo, pero Grecia es, quizás, el campeón más gris de la historia. Una selección que simboliza la crisis de juego en la que ha entrado el fútbol. El juego alegre de la Francia del 2000 ya tiene sucesor. Y el nuevo estilo que reinará en Europa no se parece en nada a su predecesor. Son la noche y el día. Durante cuatro años mandará el juego colectivo. La defensa. El orden. La inspiración, el toque y las individualidades no tienen sitio en esta Grecia campeona. Y todo porque la Eurocopa sintió celos del Mundial y decidió crear su propio maracanazo. Sucedió ayer en Lisboa. Vaya broma de mal gusto para Portugal. Y vaya locura para el modesto fútbol griego, que ayer terminó de borrachera.

APOYO GRIEGO Nunca antes un país anfitrión había perdido en la final. Nunca. España (1964), Italia (1968) y Francia (1984) se beneficiaron del factor campo. Pero siempre tiene que haber una excepción. Por eso la imagen de los griegos recibiendo la copa Henri Delaunay en el podio, después de haberse abrazado en un córner con los 12.600 griegos que se dejaron la voz animándoles, será la fotografía de este nuevo maracanazo. Portugal y Brasil, dos culturas tan próximas, casi hermanas, ya tienen algo más en común. Ayer, más de uno se acordó en Lisboa de la victoria de Uruguay en Brasil (2-1) en la final del Mundial de 1950. Como entonces, también las lágrimas inundaban sus ojos. Y, como entonces, un equipo, el vencedor, bailaba con la copa. Grecia ya tiene dios, se llama Charisteas y juega en el Werder Bremen alemán. Y es suplente. Pero está en Olimpo.