Los ciclistas llaman pinganillo al receptor que llevan enganchado a su oreja. Por allí les llegan las consignas y consejos que antiguamente enviaban los directores deportivos desde sus coches a grito pelado. Ahora ya no se acercan tanto los vehículos para hablar con los corredores. La comunicación ha mejorado. Y por el pinganillo de su oreja escuchaba ayer Haimar Zubeldia las decisiones técnicas que le enviaba Julián Gorospe, su director. El técnico del Euskaltel decidió emplear una táctica conservadora y frenó a su corredor mejor clasificado por temor a que pudiera hundirse en su empeño por desplazar a Vinokurov del podio de París. "Haimar, no arriesgues!". Era el consejo, repetido una y otra vez, que Zubeldia escuchó durante la bajada del Tourmalet. Tal vez Gorospe tenía en su memoria la imagen de la caída del añorado Beloki.

"Físicamente estaba bien --explicó--. Tuve un pequeño momento de crisis, casi a punto de coronar el Tourmalet, pero estaba recuperado". Zubeldia tenía fuerzas para colaborar con Ullrich, no tanto para capturar al tejano, en una guerra que, tal vez, no iba con él. Lo que sí podría haber logrado es sacar a Vinokurov algo más que 1.27.

LA CAIDA

A sus 26 años Zubeldia está cubriendo un Tour en el que se está viendo su capacidad para convertirse en un futuro no muy lejano en un aspirante a la carrera. Pero, sobre todo por su juventud, debe obedecer las órdenes. El también se paró cuando Ullrich, con la complacencia de Hamilton, decidió esperar a Armstrong. "Yo miraba hacia atrás porque Mayo también se había caído y quería que enlazara con nosotros". Armstrong no se enteró de la acción, hasta que se lo comentaron los periodistas, ya en la meta. "Se lo agradezco a Ullrich, hace dos años él se cayó bajando el Peyresourde y yo también le esperé", explicó. Aquel día hasta riñó al alemán por arriesgar. A Zubeldia no le dejaron. Y por esta razón seguramente no estará en el cajón.