En medio de la confusión, con dudas sobre si se conseguiría salir en la Liga LEB, con la amenaza de ser acusados de sucesión de empresas, se produjo en junio del año pasado un fenómeno curioso: un pequeño grupo de aficionados al baloncesto sin poder adquisitivo, sin empresas a su cargo, se hizo con el poder en el refundado club. Con el romanticismo, la valentía y la buena voluntad por bandera, desinteresadamente, Juan Francisco Luis ha refrendado que es muy difícil llevar un club de más de un millón de euros de presupuesto cuando no se tiene detrás un pequeño o gran imperio propio que te respalde. Hay quien le llama presifan . El dinero llega, pero no en los plazos adecuados. Y así es complicado contentar a los jugadores: el Cáceres ya arrastra fama de mal pagador --bien ganada-- que le ha torturado en los últimos meses. Al igual que ocurrió con Deon Thomas y Vladimir Petrovic la temporada pasada, las despedidas de jugadores extranjeros --ahora han sido Derell Washington y Mike Higgins-- son signos de que algo funciona muy mal.