Diego Guaita y Tomás Bellas: cara y cruz. Así los define el Cáceres 2016 en su web oficial a dos días del inicio de la pretemporada, aunque ya se están produciendo reconocimientos médicos. El club extremeño de la LEB Oro publicó ayer un comunicado de su jugador argentino en el que pedía disculpas por sus declaraciones en las que afirmaba que preferiría jugar en el Ourense. Por otra parte, en el polo negativo, la entidad también confirmó que Bellas ya ha hecho saber por escrito que se acogerá al decreto 1.006/86 para rescindir su contrato unilateralmente.

Guaita lo tiene claro desde el principio de su nota pública: pide perdón "a la afición, a los directivos, a mis compañeros y al cuerpo técnico" por lo que califica como "malentendidos que durante este verano se han visto reflejados en la prensa".

El jugador da su versión de los hechos "para zanjar un asunto que no es para nada cómodo" para nadie. "Todo vino por unas declaraciones que se sacaron de contexto y que se derivan de una conversación con un periodista de Orense. Cierto es que mantengo una relación especial y afectiva con esa ciudad; sin embargo, esto fue como digo, una malinterpretación de mis palabras que luego ha crecido como una bola de nieve", apunta.

"Quiero dejar absolutamente claro una cosa: Me debo al Cáceres 2016, a mis compañeros y mi entrenador, tengo contrato con este club y mi relación con la ciudad de Cáceres trasciende lo profesional porque afortunadamente, mi hija pequeña es cacereña y eso es para mí un orgullo", agrega.

Guaita destaca que "esta temporada voy a ir a por todas, a defender los colores negro y verde como si fueran los albicelestes" (de la selección argentina).

"Soy muy consciente de que este año soy de los veteranos del club y mi comportamiento dentro y fuera de la cancha va a ser ejemplar para que los nuevos compañeros sepan la trascendencia de pertenecer a esta institución y representar a esta ciudad", apostilla.

La cruz

El teórico fin del culebrón Guaita contrasta con el enfado en el Cáceres 2016 con Tomás Bellas, que ayer confirmó por escrito lo que sus agentes hicieron saber al club verbalmente el jueves y que ya adelantó este diario: a falta de acuerdo, el base acudirá a los tribunales para que un juez dictamine la indemnización que debe pagar para cortar el contrato.

La utilización del decreto 1.006/86 para deportistas profesionales ha sido muy escasa en baloncesto. Casi siempre se ha llegado a un acuerdo después de que el jugador amagase con emplearlo, como ocurrió con el caso de Alberto Herreros (del Estudiantes al Madrid) o recientemente Saúl Blanco (del Fuenlabrada al Unicaja). Sergi Vidal y Albert Miralles también salieron del Joventut por esta vía.