Hay que remontarse a la inverosímil victoria de Olivier Panis en el lluvioso GP de Mónaco de 1996 para contabilizar menos de siete coches cruzando la meta. La tremenda igualdad entre las escuderías y la ausencia de ayudas electrónicas quienes diezmaron el Gran Premio.

La entrada del coche de seguridad en tres ocasiones a causa de los accidentes --Kubica, Glock, Coulthard, Sutil, Vettel, Button, Webber y Fisichella abandonaron con sus coches dañados-- acabó por apretar más una carrera trepidante de la que Alonso (cuarto) sacó petróleo y Lewis Hamilton un soberbio triunfo que sabe a gloria en McLaren tras el doble abandono de Ferrari.

Restaban solo 10 vueltas y Alonso cerraba el pelotón de los 10 únicos coches que se mantenían sobre la pista del Albert Park. Había partido 11º, corría al límite, pero el coche no daba para más. La combatividad del asturiano y una carambola de abandonos le auparon, sin embargo, al cuarto puesto.

Es verdad que si de las tres entradas del coche de seguridad, las dos últimas se hubieran producido una vuelta más tarde, Alonso --recién repostado en ese hipotético caso-- estaría en el podio, pero el asturiano no puede apelar esta vez a la mala suerte. De los que marchaban por delante en ese esprint final, Rubens Barrichello fue descalificado por repostar con los boxes cerrados, el toque entre Kazuki Nakajima (Williams-Toyota) y Robert Kubica (BMW) le hizo ganar dos puestos y, aprovechando sus neumáticos nuevos blandos para el último repostaje, ganó de otra tacada dos posiciones más al adelantar al Ferrari de Kimi Raikkonen y al McLaren de Heikki Kovalainen en dos ocasiones. La rotura del motor del Toro Rosso de Sebastien Bourdais le dejó en bandeja la cuarta plaza.