El solito perdió el título, bueno, él y su equipo. Lewis Hamilton dijo adiós a la corona mundial en una estúpida pelea con Fernando Alonso en las primeras curvas. Se salió a la grava, dañó su coche y se quedó último, sonrojado, dando cabezazos dentro de su monoplaza entre adelantamiento y adelantamiento. Remontó hasta la séptima plaza, aún con posibilidades hasta el último giro de llegar a la quinta posición que le daba el título. Pero el cupo de la suerte ya estaba acabado. Felipe Massa cedió a Kimi Raikkonen el triunfo y el título mundial en el segundo repostaje, el momento en el que Alonso, tercero, supo que nada podía hacer ante el doblete de Ferrari.

RABIA ABSURDA Al final le pudo la presión, o más bien el odio a Alonso. Hamilton solo necesitaba entrar justo detrás del español y no más lejos del quinto puesto si Raikkonen ganaba. Pan comido. Pero el inglés lo echó todo a perder en su furibundo ataque a Alonso. Hamilton partía segundo tras Massa, pero se vio rebasado por Raikkonen en la arrancada. El finlandés intentó superar también a Massa en la primera curva de izquierdas, pero no pudo y se metió tras este por dentro en la segunda curva de derechas, en las Eses de Senna. La maniobra sorprendió a Hamilton, que también iba por dentro y quedó taponado por Raikkonen, por lo que debió frenar demasiado y Alonso lo adelantó por fuera.

El inglés enloqueció de rabia. Se olvidó de que esa posición, cuarto, justo por detrás del asturiano, le daba el título. No vio más allá que el alerón de su gran enemigo. La ira le llevó a intentar adelantar a Alonso al final de la recta opuesta y se salió por la escapatoria de la Subida do Lago y perdió cuatro posiciones en la excursión. Volvió a la pista y ya era octavo, tras los dos Ferrari, Alonso, Webber, Kubica, Heidfeld y Trulli. No obstante, no le costó mucho empezar a remontar. Pero en la octava vuelta la falta de refrigeración elevó la temperatura del aceite del cambio hasta tal punto que la caja se bloqueó. El McLaren MP4/22 se quedó en segunda velocidad durante un buen rato, el suficiente para que todo el pelotón superar a Hamilton. El inglés se vio en el puesto 18º. ¿Sin opciones? Jamás se puede decir eso en una carrera de F-1, y menos en la última de la temporada, con tres pilotos buscando el título. Los Ferrari, con un motor evolucionado para esta carrera, volaban. Alonso, con un propulsor usado y misteriosos pequeños problemas durante todo el fin de semana, rodaba a medio segundo por vuelta.

¿Cuándo adelantaría Raikkonen a su compañero? Lo más limpio sería en el segundo repostaje. Y así fue. Antes, el brasileño, que demostró a su hinchada que era el merecedor del triunfo a ritmo de vuelta rápida tras vuelta rápida, se pasó de frenada en la curva con más escapatoria de forma teatral y permitió a Raikkonen acercarse a menos de dos segundos. Se detuvo primero Massa y Raikkonen tres giros más tarde, espacio para que el ídolo local rodara un segundo por vuelta más lento que el piloto finlandés, que pudo así regresar a la pista como líder de la prueba y con medio título mundial ya en el bolsillo.

CONTROL DE RAIKKONEN Todo estaba perdido para Alonso. Con 35 segundos de desventaja sobre los Ferrari, el asturiano solo podía esperar un abandono de algún coche rojo.

Raikkonen tenía controlada la situación con el asturiano. Pero no ante Hamilton, que salió de su tercer repostaje en la octava plaza. No tardó en adelantar a Jarno Trulli para ganar el séptimo lugar favorecido también por un total de ocho abandonos.

Restaban 11 vueltas y circulaba a 21 segundos de Rosberg y Kubica, con la única esperanza de que uno de los dos se quedara fuera de la carrera. En Interlagos se vivió esa posibilidad durante ocho vueltas porque ambos pilotos estuvieron a punto de tocarse varias veces. Iban rueda contra rueda ante el pavor que invadía el box de Ferrari. Rosberg consiguió adelantar a Kubica a dos vueltas, pero el BMW del polaco siguió pegado al Williams hasta la bandera a cuadros. Entonces Raikkonen pudo celebrarlo.

INVESTIGACION Eso sí, hubo misterio añadido, ya que a última hora de anoche los comisarios estaban investigando los monoplazas de los equipos BMW Sauber y Williams-Toyota, que acabaron justo por delante de Lewis Hamilton.

El motivo estaba en la temperatura del combustible de los cuatro coches tras la carrera, que estaría por debajo del límite de diez grados por debajo de la temperatura ambiente. En el caso de descalificarlos a todos, Hamilton sería campeón del mundo ya que avanzaría dos puestos en la carrera. La última situación delirante que se ha distinguido por su absoluta locura hasta el final.