Lewis Hamilton es campeón del mundo. Se cumplió lo esperado. Pero no sin incertidumbre. Incluso llegó a aparecer el fantasma del año pasado, cuando el británico perdió en la última carrera lo que parecía imposible de perder. Esta vez estuvo a punto de repetir, pero lo solventó en la última curva, una curva en la que, después de ceder con Vettel a falta de una vuelta, fue capaz de adelantar a Glock, cuarto en cuestión, y que se quedó hundido en los últimos metros. De haber durado cien metros menos el circuito de Interlagos, Felipe Massa sería campeón del mundo.

Y es que el brasileño realizó, hoy sí, una sensacional carrera. Dominador de principio a fin, pese a todas las adversidades del circuito de Interlagos, poco más pudo hacer. Massa cumplió con su objetivo, ganar la carrera, y esperar. Y a punto estuvo de surtir efecto. De hecho, en el box de Ferrari se llegó a celebrar la victoria, en una curiosa imagen en la que pudo verse a las dos escuderías, la italiana y McLaren, celebrando la misma victoria. Fueron unos segundos de confusión, que depararon un Hamilton exultante y un Massa hundido, incapaz de retener las lágrimas por no conseguir algo que tocó con la punta de los dedos.

Por detrás del brasileño llegó Fernando Alonso, nuevamente brillante. El asturiano fue escalando posiciones hasta alcanzar la segunda plaza, y se mantuvo firme ante la presión de Raikkonen en los instantes finales, algo impensable hace sólo unos meses, lo que demuestra el salto de calidad que ha dado Renault. No en vano, Alonso ha sido el mejor piloto de la parrilla en una virtual "segunda vuelta" del Mundial; que lástima que Renault haya "comenzado" a competir tan tarde.

Salida, pese a todo, limpia

Mucho se esperaba, y mucho se había especulado, de la salida de Interlagos, pero nada más lejos de la realidad. Si acaso, que tuvo que retrasarse diez minutos debido a la inesperada lluvia, pero nada más. Nadie atacó a nadie, y, obviamente, nadie se atrevió a toser a Hamilton. Demasiadas sospechas infundadas sin sentido para un deporte tan noble.

Lo más destacado en las primeras vueltas, más allá de los abandonos de Piquet, uno más, y de Coulthard (qué mala despedida para un hombre que ha dado tanto a este deporte) fue el "desfallecimiento" de Kovalainen, quien inexplicablemente perdió tres posiciones, perjudicando claramente a Hamilton, que se quedaba sin su escudero.

En esas apareció el safety car, uno de los de menos consecuencias de todo el campeonato. Las posiciones de arriba se mantuvieron igual, aunque empezaron a verse las primeras luchas; la de Kovalainen, ineficaz ante Alonso, y la de Vettel con Hamilton, preámbulo de lo que iba a ser el final de la carrera. Entre medias, Massa se escapaba tranquilamente, mientras que Raikkonen no terminaba de definir su función, si debía tirar al máximo o ralentizar el ritmo para frenar a Hamilton.

Comienza la maldición Hamilton

Sí fue trascendental, sin embargo, la primera parada en el pit lane. Alonso y Vettel fueron los primeros en hacerlo, con dos vueltas de antelación respecto a Hamilton, y a la vuelta de éste había sido rebasado por los dos pilotos. En ese momento, y pese a que faltaban sesenta vueltas, el virtual ganador del Mundial era Massa, con el piloto británico en la séptima posición, y con una pista muy inestable, donde las cruzadas eran continuas y donde el riesgo de accidente era más elevado que nunca.

Sin embargo, Lewis mantuvo la compostura, no se puso nervioso (no como el año pasado) y esperó a que la lógica colocara a cada uno en su lugar. Entre algún adelantamiento, memorable el de Fisichella, y algún piloto que entraba a boxes prematuramente, como Glock, poco a poco el británico fue escalando peldaños hasta situarse en una cómoda cuarta posición, lejos del tercero pero, mucho más importante, muy lejos del sexto. La carrera pasó entonces a un momento de tranquilidad, pero era un engaño, una pequeña tregua que nos daba Brasil para el apoteósico final que iba a llegar.

Lluvia para terminar

Y en esas llegó la lluvia. En la que ha sido sin duda la temporada de los circuitos mojados, no se podía esperar menos. Últimas vueltas de nervios, todos pensando qué hacer y qué no hacer, McLaren rezando para que no lloviera, y Ferrari encomendándose a Jupiter para que así fuera. Al final, cayeron algunas gotas, insignificantes en cualquier otro momento pero tremebundas en unas últimas vueltas en las que se jugaba todo el trabajo de un año.

Alonso fue de los primeros en entrar, aunque Massa lo hizo justo después, así que de poco le sirvió al asturiano. Vettel y Hamilton lo hicieron en la misma vuelta, y salieron pegados del pit lane, lo que aprovechó el alemán para adelantar al británico a falta de tres vueltas. Con Glock delante de ellos puesto que no había parado, Hamilton volvía a ser sexto, increíble. Se le estaba escapando el Mundial. El de McLaren se lanzó como un loco a por el Toro Rosso, pero era inalcanzable.

Se llegaba así a la última vuelta, a las últimas curvas. Todos pendientes del duelo Hamilton - Vettel. Poco importaba que Massa hubiera logrado su sexta victoria de la temporada, o que Alonso completara otra magnífica carrera terminando segundo. Sólo importaba ver si el británico superaba al alemán, y no, no pudo. Durante unos segundos el box de Ferrari, al comprobar cómo Vettel llegaba delante de Hamilton, celebró el campeonato; sin embargo, no se habían percatado de que por el camino, mientras los dos estaban dando el máximo, se habían deshecho de Glock, un timo Glock que cayó fulminado en los últimos metros. Finalmente Hamilton era quinto, y no sexto, y, con ello, el británico se convertía en el ganador.

Un gran final digno de este gran deporte

Parece mentira, pero así ha sido. Todo el trabajo de un año, de 18 Grandes Premios, se decidió al final, en el último suspiro, en la última curva. De haber durado, ya no una vuelta menos, sino una curva menos, Felipe Massa sería ahora el campeón del mundo; sin embargo, Hamilton ha sido el vencedor. El justo vencedor. Porque pese a que hoy el grueso de la afición española se había transformado en un tifoso más, hay que reconocer los méritos de cada uno, y, este año sí, Lewis Hamilton ha merecido llevarse el campeonato.

El británico se convierte de este modo en campeón más joven de la historia de la Fórmula Uno, si bien es cierto que ha gozado de unas oportunidades y un equipo del que muy pocos, por no decir ninguno, pueden gozar a tan temprana edad.

Remontada de Alonso

Y qué decir del final de temporada de Alonso. El asturiano, cumpliendo su promesa de convertir a Renault de nuevo en una escudería fuerte, ha llevado a cabo una segunda mitad de campeonato impresionante. Dos victorias, un segundo puesto y cuatro cuartos puestos que le dejan en una más que satisfactoria quinta plaza, sólo por detrás de Hamilton, Massa, Raikkonen y Kubica, y por delante del McLaren de Kovalainen y del BMW de Heidfeld. Bien también en lo que a escuderías se refiere, pues Renault ha terminado por delante de Toyota, el objetivo inicial, y sólo por detrás de Ferrari, McLaren y BMW.

Para la temporada que viene, en la que todo parece indicar que el asturiano y la escudería francesa continuarán juntos, se espera que el nivel se mantenga desde el principio, con lo que, nuevamente, Alonso tendrá opciones de algo grande. Pero ahí estarán también, cómo no, los McLaren y los Ferrari, con un Massa hipermotivado. Y es que este año, por fin, el brasileño de Ferrari ha demostrado que es un piloto de equipo grande y que puede aspirar a todo. Seguro que en las lágrimas finales de Massa, más allá de la tristeza por no haber logrado lo que tuvo tan cerca, estaba también ese sentimiento de reivindación y, sobretodo, la ilusión puesta en la temporada próxima.

El circo de la Fórmula Uno se reanudará el próximo marzo, con un rey claro y merecido, Lewis Hamilton, y todo un séquito de gladiadores dispuestos a destronarle.