La de ayer fue la final más cómoda disputada por Rafael Nadal en toda su trayectoria profesional. Por respeto al rival siempre dirá que no fue fácil. Pero la verdad es que tuvo el partido siempre controlado y fue superior en todos los aspectos. Y es que el mallorquín está, a sus 24 años, en plena evolución y no deja nunca de adaptarse a las circunstancias para ser un poquito mejor, sea en tierra, en pista dura o sobre hierba. Es una bestia del tenis.

Rafael Nadal es comparable, forzando un poco las cosas, a la selección española de fútbol que está luchando por el Mundial en Suráfrica. Cuando marca un gol, es muy difícil que pierda porque no le quitan la bola ni a tiros. En este aspecto, es una selección bestial, como lo es también el tenista mallorquín. Ayer tomó la delantero y el checo Tomas Berdych no tuvo ninguna opción de recuperarla. El español tuvo el partido totalmente controlado. Y es normal, porque es un auténtico campeón. No cedió ni una sola rotura de servicio y, en cambio, consiguió tres en los momentos decisivos de cada una de las mangas que le bastaron para encauzar el encuentro como a él le convenía. Nadal jugó un partido muy serio. Pero, sobre todo, se vio siempre muy superior, porque ha evolucionado para adaptarse a todas las superficies. Siempre hemos dicho que, cuando juega en la tierra de Roland Garros, está dos peldaños por encima de los demás. Y en hierba, ya está uno por encima.

Su rival de ayer es un buen jugador, mejor de lo que pareció sobre la pista central de Wimbledon. Ha vivido una semana gloriosa en Londres, pero tuvo la mala suerte de tener que jugar la final contra el mejor del momento. Es lo mismo que le sucedió, por ejemplo, a Alberto Berasategui en París en 1994, cuando hizo un grandioso torneo pero tropezó con Sergi Bruguera --el mejor entonces en tierra-- en el último partido.

No vimos ayer a un mal Berdych sino, simplemente, a un Berdych que sabía que no tenía posibilidades de ganar. Lo sabía todo el mundo. El checo confiaba en su saque, pero el problema es que Nadal se ha convertido en el mejor restador del mundo. Siempre resta dentro. Si, además, hace los mismos aces que el rival, ya está todo dicho.

Nadal está haciendo historia. Está igualando, incluso superando, a auténticas leyendas. Solo el sueco Bjorn Borg, a su edad, había ganado más torneos grandes. No se podía ni soñar. Vivíamos del Wimbledon de Manolo Santana del 66, o de los dos Roland Garros seguidos de Bruguera en los 90. Pero Nadal es único y está llegando a la altura de los mejores mitos. Además de felicitarle, hay que conservar a esta bestia; hay que desear que nos dure mucho. Y yo creo que lo hará porque tanto él como su equipo han evolucionado y ahora saben escoger muy bien lo que debe o no debe jugar. Así, estará en condiciones de llegar bien, y sin lesiones, a las grandes citas. La próxima será el Abierto de EEUU. Si sigue así, llegará con las opciones intactas.