Afortunado o desgraciado. Triste o feliz. Todo o nada. Igor Antón está llamado a convertirse en uno de los corredores más desdichados en la historia del ciclismo, por lo menos en la Vuelta. Ayer, a falta de ocho kilómetros para coronar Peña Cabarga, en Cantabria, se estampó de bruces y se fracturó el codo. Adiós al sueño, al jersey rojo, a una ronda española que empezaba a colocar en su cesto. De la gloria al hospital.

Aquí en la Vuelta nadie se detuvo. Nadie se preocupó por el líder. Vincenzo Nibali no rechazó el jersey rojo y un grandioso Joaquim Purito Rodríguez se impuso.

Y es que así es el ciclismo, el de siempre, no el de la "patraña de niñatos", según palabras de Carlos Sastre, que jugaban a un falso fair play en el pasado Tour. Si un corredor se cae, nadie se alegra, solo faltaría, pero forma parte de las reglas del juego.

Purito , virtual número uno del mundo, demostró ayer que tiene una Vuelta a su alcance, aunque para ganarla debe atacar con cerebro y sin precipitación tanto hoy en los Lagos de Covadonga como mañana en Cotobello. El miércoles hay una contrarreloj en Peñafría (Valladolid). Si allí llega con los cuatro segundos que le lleva Nibali, sabe que está muerto. Y más porque por detrás suyo aparece Xavi Tondo, más cauto en las ascensiones, a solamente 50 segundos del jersey rojo, pero mucho más hábil en la contrarreloj.

El corredor del Katusha evidenció que es el mejor escalador. Atacó Nibali a falta de 1,8 kilómetros para la meta. Demarraje seco. Esperó un poco. Miró a su alrededor. Solo había público, una avalancha de seguidores vascos desanimados y que solo gritaban "el líder se ha caído". En un santiamén capturó a Nibali, lo sobrepasó y emprendió la ruta triunfal hacia la cumbre de Peña Cabarga. Igor Antón ya iba camino del hospital.