Los sueños, sueños son. Los castillos a veces se construyen en el aire y el fuerte viento del norte que ayer asoló Atenas basta para abatirlos como si fueran de naipes. De golpe, inesperadamente, varias torres muy altas cayeron hechas trizas por obra de la magia del deporte, que no cree en más dioses que los que demuestran su condición de tales en la pista, en la piscina, en la cancha.

El falsamente llamado dream team , heredero de aquel que sí lo era en Barcelona-92, sucumbió con estrépito, en su primera derrota olímpica de los últimos 12 años. Puerto Rico, un estado libre asociado a Estados Unidos, no aceptó ninguna condición de vasallaje y humilló a sus vecinos del norte con un resultado de escándalo (92-73) que despertó del ensueño a este dream team venido a menos en el que sólo Tim Duncan, Allen Iverson, Lebron James y Carmelo Anthony son reconocibles como verdaderas estrellas de la NBA.

OTRA HISTORIA Pero no fue ese el único sueño roto del segundo día de competición en los Juegos. Ni el más espectacular. Ese calificativo hay que guardarlo para la sorprendente gesta de un equipo de nadadores surafricanos que, de una tacada, cambió el rumbo que la historia parecía tener reservado a los Juegos del regreso a casa, los de Atenas.

De resultas de la final de los 4x100 metros libre de ayer, Michael Phelps, por ejemplo, vio roto su sueño de superar las siete medallas de oro de su compatriota estadounidense Mark Spitz (Múnich-72). EEUU no pudo pasar del tercer puesto en la carrera --esa que sí fue de ensueño-- y el fenómeno de Baltimore comenzó a restar cuando, en teoría, había venido a Grecia a sumar. Y hoy puede seguir restando oros, de los ocho previstos, en una final de 200 metros libre en la que también estarán los otros dos monstruos de la natación contemporánea, el australiano Ian Thorpe y el holandés Pieter van den Hoogenband.

Thorpe, Van den Hoogenband y el ruso Alexander Popov --que persigue su tercer título olímpico de 100 metros-- fueron ayer víctimas también de la carrera soñada, y ejecutada con la contundencia de un martillo pilón, por cuatro nadadores surafricanos que, prácticamente salidos de la nada, han dado uno de los golpes de estado más sorprendentes de la reciente historia olímpica.

ANONIMOS POPULARES Roland Mark Schoeman, Lyndon Ferns, Darian Townsend y Ryk Neethling son los cuatro nombres popularmente anónimos que ayer hicieron historia. En el Mundial de Barcelona del año pasado sufrieron para entrar en la final.

El cuarteto, nacido en Suráfrica pero armado en Arizona, no tiene desperdicio. Uno tiene 26 años (Neethling); otro, sólo 19 (Townsend). Uno admira al ciclista Armstrong (Neethling) y otro (Schoeman) se inició en la natación para interesar a una chica. Ferns apenas había destacado hasta ahora, y Townsend idolatra a Popov, una de sus víctimas de ayer, por su longevidad. Pero una cosa les une. Los cuatro batieron el récord del mundo y cambiaron el rumbo de la historia y el destino de Phelps.

COMO EN SYDNEY Y, mientras todos esos hechos históricos suceden, España va despertando lentamente del sueño incluso físico en que le sumió la ceremonia de apertura del viernes. Las horas de plantón y el regreso a altas horas de la madrugada a la Villa Olímpica le dieron al equipo un aire de somnolencia del

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