Rod Laver no quiso perderse el momento. Guardar para siempre la imagen en su móvil. El vídeo de Roger Federer, iluminado por los focos de la central que lleva el nombre del legendario tenista australiano, rompiendo a llorar, emocionado y aplaudido por 15.000 aficionados puestos en pie que celebraban su victoria en el Abierto de Australia. El sexto título en Melbourne y el 20º Gran Slam de un jugador que, a los 36 años y 173 días, sigue haciendo historia sobre una pista de tenis. Era el mejor reconocimiento de un campeón a otro campeón. Del mejor tenista de los inicios de la era profesional (1968) al mejor de las dos últimas décadas.

Federer intentó contenerse, pero no pudo evitar las lágrimas al final de su parlamento en la entrega de premios tras derrotar a Marin Cilic en una emocionante batalla por 6-2, 6-7 (5-7), 6-3, 3-6 y 6-1.

«Volver a ganar aquí es increíble. Ha sido un día muy largo. He estado pensando todo el día en este partido... Un año después sigo aquí», dijo Federer antes de romper a llorar, más que por el triunfo «por la montaña rusa que ha sido el partido ante Cilic, que es un grandísimo jugador; ¿por revalidar el título? Sí, también, pero por sentir que el fuego del tenis sigue en mi corazón», reconoció más tarde en la rueda de prensa.

Recuerdo de las Maldivas

Durante 3 horas y 3 minutos Federer pasó de sentir que dominaba el partido a ver que se le escapaba de las manos el título. Empezó forma magistral. Dos roturas. 4-0 y, en 24 minutos, el primer set era suyo.

Sin embargo, en la segunda manga, Cilic reaccionó y se impuso en el tie break con una exhibición de su poderoso saque. Empezaba una nueva final y esa montaña rusa de la que hablaba Federer, en la que se subieron los dos tenistas. El suizo recuperó la ventaja para llevarse la tercera manga y, cuando dominaba 2-0 en la cuarta, con break point para el 3-0, Cilic recuperó su agresividad para salvar la situación, romper el saque de Federer por primera vez y en blanco (3-3) y después ganar de corrido cinco juegos y forzar el quinto set.

La alarma saltó. Federer pudo temer lo peor. El tenista suizo salvó dos break points. «Había que cortar la racha, Cilic me había ganado cinco juegos seguidos», explicó después.

Federer sufrió y se agarró a la pista para salvar la situación. Lo logró y, tras romper en el siguiente juego el saque de Cilic, se adelantó 3-0. El campeón respiró. Volvía a controlar el partido gracias a su saque (24 aces y 80% de puntos con el primero), y salía disparado hacia la victoria. Solo cedió un juego más.

Revalidaba el título en Melbourne, por sexta vez y 14 años después de que lo consiguiera en el 2004. El tiempo parece que no pasa para un Federer que ya es un fenómeno de longevidad solo igualable al australiano Ken Rosewall, que ganó el título a los 37 años y 62 días en 1972 y que aún se mantuvo en el máximo nivel hasta perder con 39 años las finales de Wimbledon y el Abierto de EEUU de 1974 ante Jimmy Connors, que tenía 19 años.

Federer no sabe si aguantará tanto tiempo. «La edad no es un problema. Siento que aún me esperan momentos muy excitantes en el futuro», decía feliz.

El secreto del éxito

«¿Cómo mantiene su ambición?», le preguntaron los periodistas. «No jugando demasiado, divirtiéndome en los entrenamientos, teniendo un gran equipo a mi alrededor, especialmente mi mujer -Mirka Vavrinek, a la que conoció en el año 2000, quien dirige su carrera y con la que ha tenido cuatro hi-jos-. Sin su apoyo hace tiempo que no jugaría al tenis», desveló, y aseguró también que «lo dejaría sin problema el mismo día que ella me lo pidiera». Federer no esperaba seguramente un final de carrera como el que está viviendo.