INGLATERRA: Robinson, Neville, John Terry, Ferdinand, Ashley Cole, Gerrard, Lampard, Beckham, Joe Cole (Hargreaves, m.81), Owen (Downing, m.55) y Crouch.

PARAGUAY: Villar (Bobadilla, m.6), Caniza, Gamarra, Cáceres, Toledo (Núñez, m.80); Paredes, Acuña, Bonet (Nelson Cuevas, m.67), Riveros, Valdez y Santa Cruz.

GOL: 1-0, m.4: Gamarra, en propia puerta.

ARBITRO: Antonio Martínez (MEX). Mostró tarjeta amarilla a Gerrard, de Inglaterra y a Nelson Valdez de Paraguay.

INCIDENCIAS: Encuentro correspondiente a la primera jornada del Grupo B.

Parece mentira que Inglaterra inventara el fútbol hace más de un siglo. Ayer bajo el sol de Fráncfort, en un estadio repleto de miles de ingleses, la selección de Eriksson ganó en su estreno, aunque dio pena y deshonró a sus antepasados. No necesitó ni siquiera marcar un gol. Se lo hizo Paraguay en propia puerta cuando Gamarra, un central de 35 años que ya no es lo que era, despistó a Villar, su portero, con un cabezazo. A partir de aquí, la mediocridad se apoderó de Inglaterra, una selección que empezó prometiendo muchas cosas, con ese otro cuadrado mágico del centro del campo, integrado por Gerrard, Lampard, Beckham y Joe Cole, pero terminó escondida.

Tan escondida acabó el partido que pidió la hora con Eriksson cambiando hasta en tres ocasiones de dibujo táctico para proteger a Paul Robinson, el guardameta del Tottenham. En los primeros 10 minutos se decidió el partido. Con el autogol de Gamarra --desastrosa tarde la suya, para no volver a jugar nunca más--, con la lesión del portero titular de Paraguay, que se marchó llorando del campo, con Gerrard ejerciendo de líder, con Lampard disparando desde cualquier sitio y con Beckham en estado puro. El no juega, él solo saca faltas y córners. Maravillosamente. Pero nada más. El fútbol en sí no le interesa. Tampoco lo entiende demasiado. Al igual que le sucedió a Inglaterra, fue de más a menos.

LAS COSAS DE CROUCH A falta de Rooney --al gordito inglés se le vio sudar en el banquillo-- y con Owen recién salido de un año horrible, el orgullo inglés estaba en Crouch. Un tipo singular. Un junco de delantero. Alguien de quien existen dudas sobre su verdadera altura. La FIFA sostiene que mide 1,98 metros, aunque en Inglaterra explica que supera los dos metros. Detrás de Crouch, el delantero del Liverpool, hay un futbolista singular, capaz de bailar sobre la cal con un regate propio de un brasileño como de bajar todos los balones que caen del cielo. Por muy altos que vengan. Así, a la cabeza de Crouch, jugó Inglaterra, asustando a una Paraguay que ha envejecido en la defensa y cuyo ataque --Santa Cruz, el goleador del Bayern de Múnich y Nelson Valdez, del Bremen-- resultó totalmente inofensivo.

Además, el partido tuvo un invitado inesperado: el colegiado mexicano Marco Rodríguez. Vestido de un rojo llamativo, tanto como sus errores, parecía que venía de una pasarela de modelos en vez de haber salido de un vestuario de fútbol. No ayudó mucho al encuentro, aunque no es suya la culpa de la mala tarde que dieron ambas selecciones. Cierto es que hacía mucho calor --26 grados-- y que corría algo de viento (por encima de los 14,5 km/h), pero nada sirve de coartada. Sobre todo para Inglaterra, quien llega dispuesta a comerse el mundo y bastante tuvo con ganar de rebote a Paraguay.

LA BANDA DE LOS COLE Además de Crouch, ese ala-pívot de baloncesto que juega de delantero, Eriksson sí que tiene un motivo de satisfacción en la banda izquierda. Uno para estar tranquilo y otro para andar realmente muy preocupado. En la banda de los Cole hay de todo. Ashley, el lateral del Arsenal, está hecho una piltrafa. No ha jugado en todo el año debido a una grave lesión y se le ve en cada jugada. Joe, el interior del Chelsea, juega a otra velocidad. Los demás van a cámara lenta, él a cámara rápida. Aunque mientras disponga de Gerrard --buen partido el suyo al principio, pero luego desapareció-- y de Lampard --cuando peor jugaba Inglaterra mejor disparaba él-- puede sobrevivir.

Con tan poca cosa le bastó para ganar a Paraguay. Pero si continúa así no irá muy lejos en Alemania, a pesar de que festejó el triunfo en el debut como si se hubieran colado en las semifinales. Aunque sólo sea por la memoria de sus antepasados, Inglaterra debe jugar a fútbol.