Hay clubs marcados por un destino de infelicidad. Da igual que se consigan títulos de tres en tres. Así vive desde hace décadas el Inter de Milán, un club que ni siquiera en el mejor año de toda su historia (ha ganado la Liga, la Copa, la Champions y, el sábado, el Mundial de Clubs) ha sido capaz de superar el estado de convulsión al que lleva años sometido.

La alegría y el buen rollo desatados tras golear al Mazembe del Congo (3-0) en la final de Abu Dabi apenas duró unos minutos. Los que van del final del partido hasta que Rafa Benítez empezó a hablar en la rueda de prensa.

El técnico madrileño, vapuleado por el pésimo papel del equipo en liga (séptimo, a 13 puntos del Milan), sacó toda la rabia que llevaba acumulada después de meses de críticas. "Es un momento de felicidad, pero no podemos seguir de esta forma. Pido respeto hacia mi trabajo", reclamó.

DESAFIO Benítez no desaprovechó pasar cuentas con los dirigentes del club. "El Mundial de Clubs era una cita fundamental. Lo hemos conseguido y ahora hay que dar un empujón al resto de la temporada", avisó Benítez, quien se sacudió de encima la responsabilidad de ser el único responsable de la mala situación del equipo en la liga, en la que está prácticamente descartado para luchar por el título cuando no se ha llegado ni al ecuador de la temporada y que en la Champions tiene un complicado duelo de octavos ante el Tottenham.

"Cuando llegué el club me prometió tres fichajes para construir un equipo mejor, pero no llegó nadie. Soy un profesional y merezco más respeto", reclamó. El entrenador interista, crecido tras el éxito, dejó clara la ruta a seguir, según su criterio. "Ahora hay tres posibles caminos: o el club hace un proyecto y compra a cuatro jugadores ya en este enero, o seguimos así con el entrenador como único culpable, o incluso, el presidente habla con mi representante y encontramos una solución", afirmó.