Frio invierno en el Francisco de la Hera. El Extremadura no termina de carburar en 2018 tal y como había previsto y aguanta estoicamente en zona de playoff, más por demérito de sus rivales que por méritos propios. El mal ajeno es a lo único que puede agarrarse el club azulgrana en lo deportivo después de llegar al ecuador de la segunda vuelta. El Extremadura sólo ha sumado 12 puntos de los últimos 30 posibles, números muy pobres que lo condenarían a un discreto undécimo puesto en una hipotética clasificación de segunda vuelta. Lejos, muy lejos del objetivo de este equipo.

El Extremadura sigue buscando causas a este irregular momento de la temporada. El cambio de Manolo Ruiz por Martín Vázquez en el banquillo no ha tenido el efecto deseado y la afición espera una reacción del equipo en el último tramo de la temporada.

Pero, ¿qué ha cambiado en este Extremadura?. A priori no mucho, aunque hay matices. Desde que Kike Márquez desapareció de la mediapunta, el equipo tiene menos peligro en esa zona. Así lo piensan muchos, aunque es más un debate de calle que de vestuario. Arriba, con Enric Gallego, el equipo ha ganado gol, pero ha sacrificado a Willy, el alma máter del equipo. El principal problema se centra en la vulnerabilidad en defensa. La ausencia de Pardo está mermando la seguridad azulgrana. Una fascitis plantar le tiene KO desde hace dos meses y su equipo clama el cielo sin él. Además, la medular no encuentra regularidad y las expulsiones en la segunda vuelta también han minado las opciones del Extremadura.

Con datos sobre la mesa, este Extremadura sería peor, por ejemplo, que el Extremadura de la segunda vuelta del pasado año que por estas alturas sumaba ya 17 puntos. Además, con 47 puntos, los azulgranas no serían de playoff en ninguno de los otros tres grupos de Segunda B.

El Extremadura añora la primavera. Añora recuperar la sonrisa. Y, sobre todo, su fútbol.