No serán pocos los que piensen que quién es un representante deportivo para aparecer en los medios y dar moralina, pues quizás opinen que tampoco somos unas hermanitas de la caridad. Es más, habrá quienes argumenten que no deberíamos ni existir. Como de costumbre, a todos nos acompaña la razón.

Se pretendió dar luz a estas letras hace tiempo. Después se pensó que nunca, evitando así aguar la fiesta, procurando no lastimar sensibilidades paterno-deportivas, estas hoy escasas de músculo y sobradas de piel peligrosamente fina. Tras el escándalo mallorquín en misma fecha, aún siguió la duda. Siete días después, el ‘espectáculo’ se trasladó a Andorra: tocaban jugadores juveniles contra público. El pasado viernes el turno era para nosotros: altercado entre dos técnicos en presencia de sus respectivos equipos benjamines cacereños. Ver la luz se antoja hoy más que necesario. Recuerdo el día en que un padre solicitó mis servicios para comprobar las cualidades de su retoño. Su ansiedad era tal que no habían pasado 20 minutos del partido y ya quería conocer mi ‘veredicto’. «Espera al descanso al menos, aunque de momento parece tenerlo todo en un centrocampista, menos lo más importante: saber ponerse el mono. En paladín técnico: buena capacidad de trabajo. El resultado: seis meses sin atender mis llamadas de teléfono. Estaba claro: buscaba recibir el aplauso fácil.

Mi padre nunca me acompañó a instalación deportiva alguna ni lo tuve en la banda como un hooligan. Entre otras cosas porque pensaba… y constataba que los Juanitos, Santillanas, Stielikes o Breitners de la época a su hijo le quedaban muy lejos. Recuerdo igualmente interesarse y mucho por mi actividad… y por jugar todas las tardes con nosotros. De portero. En la calle.

Recuerdo en mi etapa de árbitro de basket tener que parar un partido de alevines entre los dos clubs más representativos de Cáceres. ¡Para tranquilizar a los padres! Inaudito, pero es un problema que viene de largo. Recuerdo la etapa de jugador juvenil, donde el socorrido paraguas hizo en más de una ocasión alguna función más que la propia del resguardo. En este caso, las portadoras eran madres.

Recuerdo que lo más preguntado en el examen para ejercer de agente FIFA, versaba en torno al reglamento exclusivo sobre la protección de menores. Recuerdos, recuerdos, recuerdos… ¿Qué recordarán esos isleños, norteños o sureños futbolistas de Mallorca, Andorra o Cáceres y otros tantos, hoy niños y jóvenes, mañana hombres?

Mi padre ya no está. “El mundo está loco” solía murmurar en voz baja para no molestar, entre el plato y las noticias televisivas. Sería muy lamentable tener que aportar entre los requisitos del niño deportista, la ficha, la foto, el seguro, el reconocimiento médico… y un psicotécnico superado del padre… o de la madre. O de los dos. Vamos en camino. De las aptitudes y actitudes para ejercer como técnico del deporte base… merecen capítulo muy pero que muy aparte.