El Levante B anunció ayer el fichaje de Jair Amador, una noticia de esas que dejan al aficionado serón con un sabor agridulce. Lo amargo por ver cómo el Villanovense pierde a uno de sus mejores defensas, pero también a un vecino, a un chaval que ha visto crecer en Villanueva como futbolista y como persona. La parte dulce es la alegría de ver a un jugador forjado en la cantera de La Cruz Villanovense consigue dar un salto en su carrera, en este caso hasta el filial de un equipo de Primera División.

Seguramente, los aficionados del conjunto granota no conozcan aún a Jair, ni cómo el ser abandonado por sus padres le cambió la vida.

Nació hace 25 años en una localidad cercana a Lisboa. Y la vida no se lo puso nada fácil. Nunca conoció a sus padres, naturales de Cabo Verde, y a los seis años fue adoptado por una familia villanovense. En Villanueva de la Serena siempre se ha sentido querido, le han visto crecer y formar allí su propia familia.

Por eso no se siente portugués, ni caboverdiano. El es serón, y quizás por eso le ha costado alejarse de aquí. Ahora, tras la oferta del Levante, no ha podido resistirse a probar suerte.

Y es que, su difícil infancia también le enseñó que lo bueno siempre está por llegar. Porque en el Villanovense nadie le ha regalado nada y su éxito viene de su esfuerzo. Está por ver si Jair conseguirá llamar la atención de Lucas Alcaraz, técnico del primer equipo, y ser, por qué no, el primer villanovense que debute en Primera.