El próximo miércoles, la localidad pacense de Hornachos acogerá la entrega de los Premios del Deporte de Extremadura correspondientes al año 2016. Deportistas como el escalador Javier Cano o el judoca Ricardo Casas recibirán un reconocimiento muy merecido, pero de entre los nombres que estarán en la cita fornacense voy a pararme en uno: el expresidente de la Federación Extremeña de Baloncesto, Jesús Luis Blanco.

Conozco a Jesús hace mucísimos años, desde que era jugador de baloncesto en Cáceres. Recuerdo hasta el número que lucía; el 9. Como baloncestista fue muy bueno, que a nadie le quepa duda.

Bastante tiempo después ejerció de secretario técnico de aquel Cáceres CB que, hace algo más de 25 años, subió a la Liga ACB. Aquella plantila milagrosa la hicieron entre él y el no menos histórico Martín Fariñas. De aquel club y aquel equipo, entre los importantes, él fue quizá el que menos reconocimiento tuvo.

Pero de Jesús hay que quedarse, por encima de todo, con el lado humano de su personalidad. Y aquí también merece el mejor premio porque se trta de un gran tipo. Jamás le he visto alterarse en exceso ni levantar la voz. Siempre ha sido un caballero, nunca ha utilizado su cargo para favorecerse, jamás ha alardeado de gestión y absolutamente siempre ha tirado de discreción y trabajo desinteresado.

Un gentelman del deporte, un referente en Extremadura que verá reconocida su labor. Este maestro --en esa faceta le conozco bastante menos, pero siempre escuché alabanzas hacia él-- lo ha sido también en el baloncesto. Con él ahora más en la sombra, siendo presidente de honor de la territorial, se me antoja que galardonar a Blanco con el Premio Extremadura del Deporte esta semana será un acto de pura justicia. Felicidades, maestro del baloncesto, felicidades, maestro de la vida.