El desafío de Atenas y de toda Grecia acabó ayer con una multitudinaria fiesta en el estadio olímpico y la satisfacción de los organizadores y del Comité Olímpico Internacional (COI) por haber pasado una prueba que se presentaba complicada. El propio presidente del COI, el belga Jacques Rogge, habló de una victoria del pueblo griego que la responsable del comité organizador, Gianna Angelopoulos, adornó con "una medalla de oro". El olimpismo sale reforzado de su cuna y ya pone la vista en Pekín.

El epílogo se inició con un amplio repaso al folclore, tradiciones y música griegas, dentro del tono festivo y desenfadado que acostumbran a tener todos los cierres de unos Juegos, además de la carga emotiva de la entrega de la bandera olímpica y el apagado de la llama. Grecia ha buscado en esta cita la proyección internacional de su vasta cultura, y las dos ceremonias han ofrecido un amplio panorama del acervo cultural de un pueblo milenario. Una vez más, la música de Zorba, el griego del compositor Mikis Theodorakis cerró una intensa demostración de media hora.

Esa entrega resultó una novedad de la clausura, dentro de la especial relevancia que se le ha querido conceder en la cita ateniense a la legendaria prueba de fondo. El Comité Olímpico Internacional quiso además desagraviar al atleta brasileño Vanderlei Lima con la concesión de la medalla Pierre de Coubertin por su demostración de fair play .

En el turno de parlamentos, Rogge y Angelopoulos estuvieron acompañados por los nuevos miembros de la comisión de atletas del COI, con los atletas de todos los países que participaron en la fiesta tomando el centro del estadio. La organizadora recordó que se había hecho realidad el sueño de devolver los Juegos a Grecia. "Hemos demostrado lo que somos capaces de hacer los griegos. Pekín recibirá la llama olímpica más brillante y más fuerte gracias a Atenas", afirmó, con un tono de enorme satisfacción, Angelopoulos, que recibió la orden olímpica de Rogge.

EMOTIVO APAGADO El presidente del COI no tardó ni un instante en decir lo que esperaban no sólo los 72.000 espectadores que llenaban el estadio, sino todo un país. "Queridos amigos, habéis ganado brillantemente el desafío de organizar los Juegos". El dirigente rehuyó las comparaciones y prefirió elogiar la dirección "entusiasta" del Angelopoulos y la labor "extraordinaria" del comité organizador y de los "maravillosos" voluntarios. No faltó tampoco una alusión al dopaje. "Han sido los Juegos en los que los atletas limpios se han sentido más protegidos de los tramposos".

Tras los parlamentos llegó el turno de Pekín, con una breve presentación de su cultura, y del momento más emotivo de la noche. Una de las pantallas del estadio se inclinó para proceder al apagado de la llama olímpica del pebetero. El ingenio de Santiago Calatrava empezó a inclinarse lentamente para permitir que el soplido de una niña apagara la llama. De la emoción se pasó a la fiesta desenfrenada con un concierto de 45 minutos, esta vez de cantantes helenos más actuales, que puso final a 17 intensos días de olimpismo y al desafío de todo un país.