Cuando un avión aterriza y los sufridos pasajeros estallan en un jolgorio de aplausos y silbidos de alegría solo puede ser debido a tres cosas: que el vuelo haya sido infame y el pasaje dé gracias a Dios por salir con vida, que se haya colado misteriosamente alguna sustancia psicotrópica en los conductos de ventilación o que, sencillamente, se trata de un chárter con gentes dispuestas a unas vacaciones por todo lo alto.

Vamos a quedarnos, para evitar malos auspicios o denuncias de la compañía aérea, con la tercera opción que se ve refrendada por otra tanda de aplausos y gritos de placer en el autocar al llegar al complejo residencial tipo Kasbah, a 80 km del aeropuerto de Errachida, en pleno Sáhara Marroquí.

Aquí los 433 hombres y las escasas 27 mujeres participantes se alojan en haimas y colchones en el suelo, comparten baño y se duchan en comuna mientras los periodistas y otras profesiones algo más respetables habitamos en lujosas estancias con aire acondicionado. A pesar de ello, los ciclistas aún no nos miran mal.

Es el día de llegada, la jornada anterior al pistoletazo de salida, y a las 19 h en el ambiente de la abarrotada sala del briefing de carrera se masca la tensión de la expectativa. Esta es una edición, la 12ª, definida como “a vuelta a los orígenes" ya que se han eliminado las etapas de montaña en el Atlas para trazar un recorrido por la zona desértica de Merzouga. Como en su día la primera edición de en un lejano 2006.

UNA GRAN FAMILIA

El nerviosismo entre los participantes es evidente en cuanto al material. Las bicis se han enviado una semana antes por tráiler y se montan el día anterior de la carrera por lo que ¿funcionarán como en casa? Ahí está el trabajo de los mecánicos de los equipos y de la propia organización y la destreza de los propios corredores en poner a punto las máquinas que deben funcionar a la perfección sobre el rudo desierto.

En la etapa prólogo sin cronometrar, hasta la vecina población de Erfoud disputada el día 29, los ciclistas tuvieron tiempo de rodar hasta el pueblo y, muchos de ellos, escaparse hasta las dunas más próximas para probar sus bicis, la presión de los neumáticos ajustada a la necesidad de la arena o la precisión del cambio. Todo cuenta.

Y para completar las 800 personas que forman la gran familia Titan, el equipo médico fundamental en una carrera de resistencia en condiciones extremas. A estos muchas veces les toca tratar las partes menos nobles y más sufridas del ciclista: el culo. Y es que a temperaturas cercanas a los 50º del desierto nadie va a aplaudir, estarán todos centrados en el pedaleo… y en colocar bien las posaderas.