A un palmo del bronce, a 23 centímetros exactamente. A las puertas del Olimpo se quedó Manolo Martínez ayer en el antiquísimo estadio de Olimpia, con la típica cara de los atletas que son cuartos, que acarician el triunfo con las manos, primero, y saborean amargamente el peor de los resultados, después, el del campeón de los que no suben al podio. "No sé cómo sentirme. Tengo la sensación de que pude ser campeón olímpico y no supe aprovechar mi oportunidad", lamentaba. Pero nadie le robará el recuerdo de una cita inolvidable.

Un puesto, cuarto, por el que cualquiera daría lo que fuera. Cuarto en unos Juegos, un lugar de honor, adornado además por unas circunstancias y un entorno irrepetibles. Pero sin metal. Sólo una corona de olivo. Que ya es mucho. Y mucho más en la final de peso más olímpico de la historia, resuelta a lo grande.

La medalla de oro se ganó en el último tiro, con el público puesto en pie. Hasta ese intento, el estadounidense John Nelson hacía honor a su origen griego y lideraba la prueba desde el primer lanzamiento (21,16 metros). Martínez también había realizado su mejor tiro a la primera (20,70), rompiendo la sensación de flojera que había dado por la mañana en la serie de clasificación, con dos tiros por debajo de 20 metros y un rabioso tercer lanzamiento que le repescaba con cierta holgura para disputar la final de la tarde. Una hora antes, Irache Quintanal no lograba entrar en la final de mujeres.

SIETE KILOS Y CUARTO Con el lanzamiento que iniciaba su final más soñada también se abría la esperanza. Pero le faltó una pizca más. "No puedo acostumbrarme a ser cuarto, aunque sea un experto en terminar en ese puesto", reconocía, mientras esperaba que las vestales le ciñeran la corona de olivo como premio por ser finalista.

Hasta la tercera ronda tenía el bronce, y sólo le superaba Nelson y el ucraniano Yuri Bilong, que se quedó dos veces a un centímetro del líder, el comandante Nelson. Este se limpiaba las zapatillas antes de entrar en el círculo como un búfalo a punto de embestir, echando sus pies hacia atrás y hacia delante con tanta energía que levantaba una nubecilla de polvo.

En el tercer intento metió tanta energía a su gesto que se fue del círculo y se cayó. El público se lo pasó en grande. El danés Joachim Olsen superaba los 21 metros en el tercer intento y apartaba al español del podio. En la cuarta y quinta ronda no hubo cambio de posiciones.