Armstrong no quería sustos ni sorpresas desagradables. En la salida volvió a acercarse más al público. Se dejó fotografiar con Miguel Induráin, con el que habló varios minutos en claro castellano, ante la atenta mirada de alguien cuya presencia debe empezar a resultar de lo más normal: su novia Sheryl Crown, con la que cenaba la noche anterior, como cualquier pareja de enamorados, solos, separados del resto de compañeros. El quiere que ella le apoye en el Tour, y Sheryl parece disfrutar mientras descubre los secretos de la ronda francesa. En la carrera, apenas hubo sobresaltos, aunque se quejó de las caídas.