El ciudadano estadounidense Lance Armstrong se presentó ayer en sociedad poco después de la media tarde de París. Justo cuando el sol iluminó la capital francesa, tras una mañana de perros, el siete veces ganador del Tour dejó de ser un corredor en activo para convertirse en una leyenda viva no sólo del ciclismo, sino del deporte mundial. Rodeado por sus tres hijos, y en compañía de Ivan Basso, segundo de la general, y de Jan Ullrich, tercero, el tejano tomó el micrófono de ambiente y, tras pronunciar un breve discurso, gritó: "Vive le Tour forever". Sólo volvió a coger la bici para efectuar la vuelta de honor a los Campos Elíseos al son de las canciones de Sheryl Crow, su novia y fiel acompañante en su séptimo viaje triunfal a través de las carreteras y cumbres francesas.

Armstrong no volverá nunca más al Tour como ciclista. Ayer se convirtió en el primer astro imbatido e invencible. Los otros grandes genios de esta carrera siempre sufrieron un percance. Una enfermedad apeó a Jacques Anquetil de su sexto triunfo en 1965. Eddy Merckx recibió un puñetazo de un espectador e hizo aguas subiendo a Pra Loup en 1975. Bernard Hinault tuvo la elegancia de convertirse en gregario de Greg Lemond cuando vio que no podía ganar en 1986, y una llorada pájara privó a Miguel Induráin de una sexta alegría en 1996.

UN AFORTUNADO El ha podido con las tempestades, con las enfermedades, con las caídas. No ha tenido ningún contratiempo. No se le recuerda ni un encontronazo en siete años. Sólo viene a la memoria un ligero desfallecimiento en la Joux Plane, en el 2000, y un poco de sed, en el

2003, por culpa del agobiante calor pirenaico. Nada más. Sólo éxitos y la convicción generalizada de que, de haber querido afrontar otro año en activo, tendría un octavo triunfo.

Se retira porque le da la gana, porque tal vez ha comprendido que es mejor entregar el testigo a otros corredores, porque al final la gente empezaría a cansarse --si no lo está ya-- de verle ganar a él y sólo a él. El deporte es así de duro. Cuando Merckx fue derrotado por Bernard Thévenet, la prensa francesa se alegró de la circunstancia y llegó a decirse que, por fin, se terminaba la dictadura del belga, del Caníbal. Y hasta se hicieron libros. "El 20 de julio de 1975, Thévenet puso fin al despotismo feudal que asfixiaba el ciclismo", escribió Antoine Blondin en su relato Sur le Tour de France (1977), una publicación de culto entre los amantes de este deporte.

Cuando Induráin se hundió en Les Arcs hubo una explosión de júbilo en la sala de prensa, similar a los aplausos que recibió Alejandro Valverde cuando derrotó a Armstrong en Courchevel. El tejano, el más listo, el más mediático, el más inteligente de todos, se ha dado cuenta de que alargar su imperio de triunfos sería un colosal error. Ayer se retiró tocando el cielo de París, sintiéndose el rey de la tierra, de las dos ruedas, del ciclismo, esperando que otros tomen su relevo. El, mientras, pedaleará sobre una bicicleta de montaña junto a Sheryl, porque un ciclista nunca se retira del todo.

DESPLIEGUE POLICIAL Ayer, en los Campos Elíseos más americanizados de todos sus triunfos, con un espectacular despliegue policial, Armstrong quiso premiar a los aficionados con un discurso que realizó en inglés, tras disculparse por no hacerlo en francés. "Estar aquí, en el podio --dijo- es un sueño. Ha sido difícil llegar con rivales como Basso, el futuro del Tour, y Jan Ullrich. Este resultado no lo habría conseguido sin el mejor equipo y con toda la gente que lo rodea".

VOLVERA EN EL 2006 Lance Armstrong volverá el año que viene. Así lo prometió el sábado y ayer en los Campos Elíseos. Aseguró que no quiere perderse el suspense por saber quién le sucederá como dueño del maillot amarillo. "Vendré a ver la carrera desde el coche. No tengo intención de ser una figura pública los próximos años, pero sí que tengo curiosidad por saber qué pasa el año que viene en el Tour", afirmó.

El próximo año habrá un nuevo guión y un nuevo protagonista principal, aunque no sea tan digno como él de figurar en una película de Steven Spielberg, otro de los personajes destacados que arropó a Armstrong en París. Sin duda, sus siete victorias pueden dar pie a un guión cinematográfico en una película de acción que bien se podría titular como la leyenda del Boss sobre la ruta del Tour. Hasta siempre, campeón.