El corazón también sirve para ganar etapas. Al igual que la fe y la confianza en uno mismo. "Hoy puede ser tu día. Escápate y pruébalo". La escena no tenía desperdicio. Caminaba José Miguel Echávarri, de buena mañana, con Pablo Lastras, al que cogía del brazo, como a un hijo. Hablaban los dos en un hotel de Burdeos. Quizás, cosas del azar, se sintieron como contagiados por un don especial. Era el mismo hotel en el que durmió y preparó su récord de la hora Miguel Induráin, por allá el año 1994. Lastras logró la cuarta victoria española en este Tour, tras los pasos de Mayo, Flecha y Sastre.

Lastras cuando coge el corte bueno casi siempre se siente inspirado para ganar. Por eso, ayer, se permitió el honor de entrar en el restringido club que forman aquellos corredores que han sido capaces de lograr un triunfo de etapa en Vuelta, Giro y Tour. "Soy un corredor completo porque no destaco en nada". Siempre lo dice, siempre lo repite, entre sonrisas, entre lágrimas, las que se le escaparon cuando levantó los brazos hacia el cielo y le dedicó la victoria a su madre.

"Falleció hace cuatro meses y una semana". Tal día como ayer habría sido su cumpleaños. Fue un regalo especial. Y por eso miró hacia el cielo.

PARA EL RECUERDO

Pero también fue una victoria histórica, la última que conseguirá en el Tour un equipo llamado Banesto. Hoy, en la contrarreloj, y mañana, en el esprint de París, no habrá oportunidades. Hubo un tiempo en el que no peleaban por ganar etapas. La empresa tenía por objetivo conquistar París. Los tiempos cambiaron y ahora se despedirán de la mejor carrera ciclista con dos triunfos de etapa: Flecha, en Toulouse, y Lastras en Saint-Maixent-L´Ecole, al sur de Nantes.

"Voy muerto. No sé qué narices hago aquí". Se lo decía Lastras, reventado por 18 etapas previas, a su segundo director, José Luis Jaimerena. "Come y no te impacientes", le aconsejaba el técnico. Por aquel entonces, Lastras aún no sabía que iba a ganar la segunda etapa más rápida en la historia del Tour, al increíble promedio de 49,9 kilómetros por hora. Eso sí, con el viento de espalda a lo largo de 202 kilómetros.

"Y comí. Entonces me empecé a sentir bien". Lastras realizó un final épico, realizando un esfuerzo especial. Vino desde atrás, torció su bicicleta, superó a sus rivales, miró hacia el cielo, levantó los brazos y se anotó una victoria en el mejor Tour, el del centenario. Y a por todas.