El jersey amarillo del Tour sube cada día al podio y recibe un león de peluche como premio, obsequio destinado a novias, esposas o mamás. Es el reclamo publicitario de la entidad bancaria que patrocina el maillot ciclista de mayor prestigio, el que ayer paseó por los Pirineos el corredor italiano Rinaldo Nocentini, a quien espera hoy el Tourmalet como verdugo. Pero en la ronda francesa hay otro león, un felino de verdad, de carne y hueso, de Murcia, de tierra seca, con el deje local en el acento y con una fuerza propia del rey de la selva.

Luis León Sánchez consiguió ayer en Saint-Girons la primera victoria de etapa española de la grande boucle 2009. Luisle, así lo llaman los compañeros, no es, ni mucho menos, un corredor del montón. Este año triunfó en la París-Niza. Y esa carrera no la gana un ciclista por casualidad. Hay que tener calidad para imponerse en la Carrera del sol y también para sumar la segunda victoria de etapa en el Tour. Hace un año venció en Aurillac, el mismo día en que se supo que Triqui Beltrán había hecho trampas con el dopaje y quedaba apeado de la prueba.

La infracción de Beltrán tapó los titulares de éxito a Luisle, porque él, cuando se escapa, lo hace con el afán de ganar y casi siempre se convierte en imposible poder capturarlo.

La victoria de ayer fue la de la sangre fría. La fuga tuvo el consentimiento de Astana. Luisle se convirtió en ciclista al mismo tiempo que Alberto Contador. Corrieron juntos y se hicieron amigos. A Contador ya le iba bien que la escapada tomase unos minutos y que el jersey amarillo, el que se premia con el león de peluche, fuese a parar a Sánchez. El AG2R, el conjunto de Nocentini, no tiene el potencial del Caisse d´Epargne, la escuadra de Luisle, y Contador prefiere aguardar antes del asalto definitivo a la prenda.

"Me interesaba que cogiera el liderato un conjunto fuerte como el de Luisle". A él le va bien que otros se responsabilicen de la prueba en las etapas de transición de la próxima semana.

Sánchez se coló en la fuga buena y se formó un cuarteto en el que se encontraba Mikel Astarloza. Se pusieron de acuerdo para controlar a los otros dos integrantes de la escapada. "Yo vigilaba al ruso Efimkin y Astarloza al francés Casar". Y aprovecharon para hablar en los tramos de llano, entre los puertos de la segunda etapa pirenaica. "Podía ponerme líder, así que le dije a Astarloza que le ayudaría a ganar la etapa". Pobres Casar y Efimkin. Estaban condenados.

Sin embargo, a cinco kilómetros todo cambió. Por detrás se circulaba más rápido de lo esperado y Luisle perdió toda opción de conquistar el otro león del día. Volvió a hablar con Astarloza. "Lo siento, lucharé por la victoria de etapa". Y peleó con sangre fría, con paciencia. A tres kilómetros atacó Efimkin con furia. Era el suyo. ¡Ah! Peligroso desgastarse más de la cuenta en su captura. ¡Oh! Desencanto de Astarloza. No era lo acordado. La meta ya estaba cerca. Cada uno se puso a defender su interés particular. Efimkin aflojaba poco a poco. A dos kilómetros la bicicleta, aunque rápido, no se movía a la velocidad de pocos metros antes.

Luisle siguió sin moverse. Astarloza ya tenía la mosca detrás de la oreja. El ciclista murciano estaba más pendiente de Casar, era el más rápido de sus tres compañeros de escapada. Rapidez contra astucia. Sánchez ganó en Saint-Girons porque fue el más listo de la clase.