El coche de Alberto Contador estaba aparcado junto a las vallas. Era el tercero de la fila. Justo donde estaba situado el arco del último kilómetro había una vía de escapatoria para bajar el puerto de los primeros, en el momento en el que la Gendarmería abriese la carretera, tras la llegada de Jérémy Roy, el último de la etapa. Allí estaba tranquilo y camuflado, lejos de las cámaras y también de los curiosos.

Contador, tranquilo, nos invitó a subir al coche. Su hermano Fran estaba al volante. Se había cambiado de ropa en el asiento trasero. Solo llevaba un pantalón de atletismo. Bebía una coca-cola tras otra. Los cristales tintados resguardaban su intimidad. El aire acondicionado estaba encendido pero con mucha suavidad.

¿Triste, nervioso, enfurecido, cabreado, molesto? Ninguna de las anteriores. Más bien, convencido de sus fuerzas, del éxito de su táctica y de la sangre fría expuesta en Ax-3-Domaines. Antes de responder o explicar la etapa, Contador quería conocer de primera mano los resultados, saber si Menchov había entrado por delante o por detrás de Samuel Sánchez y si habían sido 14 o 15 los segundos exactos que habían logrado arañar.

"¿Quién es el líder? ¿Quién debe atacar? ¿Quién debe tener prisa? ¿Yo?". Y en eso cometió el desliz, el comentario del día, escuchado en la intimidad, lejos de los micrófonos y las masas. "A Menchov le llevo más de dos minutos, estoy tranquilo. Que Andy no se descuide que igual Denis le fastidia la segunda plaza en la contrarreloj". ¿La segunda plaza? ¿Quién va primero al final?

Como Induráin en 1995 Contador está tan convencido de que superará a Schleck como lo estaba Miguel Induráin en 1995 de que ese año iba a ganar el quinto Tour consecutivo. En junio, en una entrevista realizada durante el Dauphiné Libéré que el de Pinto ganó, se le preguntó al pentacampeón navarro en lo que pensaría en París. "¡Pues en el quinto Tour, en qué va a ser!". Induráin estaba seguro de que triunfaría. No tenía ninguna duda de su quinta victoria, un mes y medio antes de que se produjera.

El subconsciente a veces traiciona y en otras descubre la realidad, el verdadero ser del ciclista profesional. Un corredor cabreado y que cree que ha fracasado no invita a un periodista a subir a su coche. Y si lo hace es para justificarse, buscar pretextos y contar una película distinta a la que se ha visto.

Ayer, Contador se sinceró con absoluta normalidad. De buen rollo. "¿Por qué iba a malgastar fuerzas?" El ciclista madrileño está convencido de que ayer Andy Schleck perdió una ocasión de oro, un día menos para ampliar los 31 segundos de ventaja en la general. "El no ha dado su brazo a torcer y yo he actuado con sangre fría".

Frenazo

El sabía que solo debía estar pendiente de Schleck. Y el luxemburgués debía de pensar de la misma forma. Por eso, se frenó, porque quería que el jersey amarillo tomase la responsabilidad que le correspondía como dueño de la prenda.

Era hora de despedirse de Alberto Contador. El ciclista de Pinto solo atendió a un periodista más. Con absoluta sinceridad. Con la misma calma y sin darse cuenta de la equivocación que cometía al comentar que Andy Schleck podía perder la segunda plaza en favor de Denis Menchov, mucho mas capacitado en la contrarreloj y con más de cincuenta kilómetros en el guión final de este Tour de Francia.

Pero antes todavía deben venir más duelos interesantes y emociones en los Pirineos franceses. Quedan tres etapas en la cordillera montañosa; entre ellas, el plato fuerte, el archiconocido y no por ellos menos peligroso Tourmalet, que los ciclistas subirán este jueves. Todo está aún por decidirse.