Crece la fiebre amarilla alrededor de la Copa del Rey a medida que se acerca la final de este sábado en el Wanda Metropolitano de Madrid. Mientras los dos clubs protagonistas, Barcelona y Sevilla, han mantenido un perfil bajo en lo que respecta a calentar la temperatura ambiental del partido, otros actores han comenzado ya a fijar la cita como un escenario ideal para sus reivindicaciones mientras, desde el propio Gobierno de España, se advierte del peligro, a su juicio, que eso puede comportar.

Llenar las gradas de camisetas amarillas y estelades, silbar el himno español o abuchear al rey Felipe VI, que presidirá por cuarto año consecutivo el trofeo que lleva su nombre, podría tener consecuencias, según advirtió el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, que equiparó los pitos al himno español o al rey a un acto de violencia. «Que no quepa la menor duda que desde el momento en que haya una falta de respeto hacia alguien, ya sean personas o instituciones, eso tendrá una repercusión y el Comité de Disciplina actuará», aseguró Zoido en una entrevista al diario Marca. Aseguró que no dudará en aplicar la legislación de Antiviolencia: «Hay que respetar a todos aquellos, que además son mayoría, que respetan unos himnos, con todo lo que tiene de simbología».

¿Libretad de expresión?

El polémico presidente de la Liga de Fútbol Profesional, Javier Tebas, se añadió ayer a esas tesis al calificar de «violencia verbal» el hecho de pitar el himno español o al rey, en previsión de que pueda volver a suceder este sábado, como sucedió en los tres años previos en los que el Barça jugó la final. «No es lo mismo silbar a una bandera o a un jefe de Estado que a un jugador de fútbol en un contexto deportivo», aseguró Tebas, que no incluye estas situaciones en el marco de la libertad de expresión: «¿Habrá que preguntar si el grito ‘Puta Cataluña’, que hemos denunciado como violencia, es libertad de expresión? Yo creo que no lo es. Insultar es también faltar al respeto a millones de catalanes y españoles que tienen respeto por esa bandera».

Más allá de eso, son varias las iniciativas de seguidores azulgranas y entidades soberanistas que llaman a los cerca de 24.000 aficionados del equipo que se desplazarán a Madrid a convertir el estadio en una marea amarilla, con la utilización del color que se ha convertido en el símbolo para reclamar la liberación de los políticos presos o exiliados.

La Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural hicieron ayer un llamamiento para que los aficionados luzcan camisetas amarillas o la equipación del Barça que representa la senyera. Se piden que se muestre esa simbología sobre todo cuando suene el himno.

La Federación Española de Fútbol, organizadora de la final, ya ha asegurado que no prohibirá la entrada de banderas independentistas. Tampoco se contempla la posibilidad de suspender el partido.

Mientras, Josep Maria Bertomeu, presidente del Barcelona, ofreció ayer su perfil más reivindicativo. En la presentación de un libro exigió «una justicia que permita acabar con la insólita situación de prisión provisional que sufren, no solo los políticos, sino también nuestro expresidente Sandro Rosell, que hace casi un año que está en prisión provisional, lo que considero desproporcionado».

Fue la primera vez, al menos públicamente, en que Bartomeu hacía alusión a su amigo y antecesor en el cargo, además de recalcar la necesidad «de pedir también respeto para el Barça. Que nadie se aproveche de nuestros colores ni de nuestro escudo porque nos pertenece a todos», dijo con energía.