Ganar durante 39 minutos y 49 segundos un partido y perderlo es el colmo de los colmos para el descendido Cáceres 2002-03, equipo tan adicto a la derrota como se demostró ante el Estudiantes. La vigesimoquinta derrota de la campaña, intrascendente para la tabla pero dolorosa en el ya catastrófico ánimo, ejemplica con claridad lo que ha ocurrido esta temporada en ese vestuario: los jugadores y el entrenador no han sabido trascender de su condición de rotundos perdedores, pese a su notable actitud.

El último viaje del Cáceres en ACB tuvo la psicodelia de la irrelevancia --se pensó en realizarlo en el mismo día, pero se desechó la idea-- y la ordinariez habitual del resultado. De los 17 de este año, sólo dos se han culminado con victoria (Lleida y Granada). Las caras de baloncestistas y cuerpo técnico al salir del Palacio Vistalegre --joya arquitectónica digna de un día tan significativo-- reflejaban la cotidianidad del desenlace. ¿Por qué se decidió hacer falta a Azofra y jugarse el último balón a cara o cruz?

Tanta sobredosis de desgracia agota a un grupo cansado de sí que descuenta los días que restan para disgregarse.

FRUSTRACION

Manolo Hussein, el técnico, cargó contra los árbitros de un modo rotundo, reconociéndose "frustrado" ante tanta calamidad. El suyo es un papelón , abandonado a su suerte por un consejo que apenas le dirige la palabra y una plantilla que piensa en el futuro, por mucho que ofrezca minutos baloncestísticamente tan interesantes como los que generó en Vistalegre.

Mañana es el último partido, frente al Unicaja (19.30 horas): la estación de llegada de algo tan surrealista y tan llena de momentos tan insidiosos como el de Ferrán López ahogado entre dos defensores estudiantiles, tirando en posición imposible.

Y mientras, al menos, una buena noticia: Progremisa ha comprado 30.000 euros en acciones. Y restan diez días para la otra cuenta atrás .