Bajaba Jorge Lorenzo del podio de Estoril después de haberlo pisado lenta y pausadamente, como hiciera Neil Armstrong hace 40 años cuando dio sus primeros pasos en la Luna. Bajaba el astronauta mallorquín de su Apolo 11 después de clavar su bandera Negra de conquistador en tierras portuguesas cuando en su móvil apareció un sms de Jessica, una amiga del equipo: "¡Houston, Houston, aquí Rossi46, tenemos un problema!".

Lorenzo no pudo reprimir una sonrisa. Casi todos sus mensajes iban de ese palo. Su decisión de homenajear a los lunáticos conquistadores 40 años después, con un casco en el que en lugar de NASA podía leerse GANA, e intentar convertir un pequeño paso para el hombre (triunfar en Estoril) en un gran paso para la humanidad (es decir, para el título) no dejó indiferentes a nadie. Y si el logro se materializaba con la claridad, espectacularidad y dominio con que lo hizo ayer, ante 45.539 espectadores, aún mejor.

Lorenzo fue el mejor el viernes, fue el mejor el sábado y fue el mejor el domingo. Fue, sin duda, el gran mejor. Y, encima, contó con la colaboración inesperada de Casey Stoner y de Dani Pedrosa, que consiguieron interponerse entre él y su jefe de filas, entre el primero y el cuarto, entre el candidato y el campeón, entre el aspirante y el Doctor . Y digo inesperadamente porque el australiano de Ducati regresaba tras dos meses largos sin correr. Y digo inesperadamente porque el tri catalán, en 14 carreras, solo ha conseguido superar a Rossi en tres grandes premios: Le Mans, Laguna Seca e Indianápolis.

DEMASIADO FACIL Puede que Lorenzo recordase que el de ayer podía ser un gran día. Así se lo planteó. Solo dependía de él. Por eso le guiñó un ojo a Joan Manuel Serrat cuando lo vio pasear por la parrilla de MotoGP en compañía de Angel Nieto. No cruzaron palabras, intercambiaron miradas, aunque Giorgio no debe de tener ni un solo disco del Ara que tinc vint anys. Pero ambos huelen a Mediterráneo y hacen las cosas con idéntica pasión. De ahí que a Lorenzo solo le obsesionase ayer salir, correr, escapar, ganar, poner tierra por medio. "Y si pueden, que me sigan", le dijo a Ramon Forcada, su jefe de mecánicos, al abandonar el taller.

Dicho y hecho. Se apagaron las luces, los semáforos y,como no, Pedrosa se escapó como siempre pero, llegada la tercera curva del trazado, una larga de derechas, Lorenzo se coló por dentro e inició su escapada hacia el satélite de la Tierra. Fue un adelantamiento tan limpio, tanto, y tan veloz, y tan audaz, que fue hasta elogiado por Pedrosa. "No pude seguirle", señaló el de Honda, que no le saludó en la trastienda del podio, cosa que sí hizo, con enorme galantería y simpática pleitesía, Stoner.

A SEGUNDO POR VUELTA No hubo más. Ni más carrera, ni más peligro de perderla, ni más problemas. Fue Rossi46 quien reclamó la atención de Houston. Porque tenía, sí, un problema. Y grave. Su neumático trasero se calentó en exceso y le escupía hacia fuera en cada curva, en cada plegada, perdiendo más de medio segundo por vuelta. Anoten: 23.5 segundos en 28 vueltas. Y eso que Lorenzo rodó sereno, tranquilo, sin prisa pero sin pausas las últimas siete vueltas. "Cuando observé que Casey, ¡gran regreso el suyo!, bajó el ritmo, decidí conservar". Hasta entonces, Lorenzo, que había dominado a placer los ensayos ("estoy a casi tres décimas de Jorge", reconoció Rossi el sábado), tuvo que apretar los dientes para rodar a 37 bajos y así abrir, poco a poco, el hueco que le permitiría alunizar en la arena portuguesa.

Mientras Lorenzo huía y Rossi vivía una auténtica tortura, Stoner demostraba no tener, en efecto, enfermedad alguna. Todo está en su cabeza, cuando no tiene presión está con los mejores, cuando se encuentra emparedado entre Rossi y Lorenzo, sufre. Y si a ese despertar del campeón australiano se añade la regularidad de Pedrosa, Lorenzo confirma que el de ayer podía, fue, sí, un gran día: 25 puntos para él; 13 para Rossi; la diferencia queda en 18 restando aún 75. Houston sabe que Rossi tiene un problema. Se llama Jorge Lorenzo Guerrero.

Lorenzo en la Luna y Rossi, en la Tierra. El mallorquín estuvo magistral pilotando impecablemente su Apolo 11 durante las 28 vueltas de carrera. El italiano, inquilino del podio, sabe que sigue siendo favorito pero medita, de nuevo, desempolvar las orejas de burro que lució en Misano tras fallar en el circuito de Indianápolis. "Aunque esta vez --reconoció el rey de reyes-- no fue solo error mío, hemos fallado todos, todos, pues la puesta a punto de mi Yamaha no era la adecuada". Lo dicho: Houston, tenemos un problema. Y gordo.