Se ha escuchado y escrito de todo sobre el rumbo que toma esta semana pasional. Playa, descanso, familia, amigos, comida, bebida, tradición, estética, plasticidad, incluso un periodo ideal para practicar deporte. Dicho de otro modo, y como le ocurre a la Navidad o a la fecha de mi santo, es casi de todo menos casi lo que es. Ahora bien, lo nunca oído hasta este Viernes Santo es que la Semana Santa pudiera considerarse un deporte.

Un costalero declaró, bajo el paso, a la televisión autonómica extremeño, que lo es por afición, sin más. Lo refrendaba un eclesiástico colaborador desde el plató, además diciendo que no es necesario a tal hecho ponerle apellidos, y afirmando que serlo bien puede considerarse como una competición deportiva. Desde luego que si el Madrid quiere alcanzar al Barça, no solo tiene que bordarlo, sino además tener fe. Afirmaba este hombre que es una lucha a la capacidad de sufrimiento, al esfuerzo bajo la imagen.

De acuerdo, si nos atenemos a nuestro diccionario, el cual dice que Pasión es "apetito, afición o sufrimiento vehemente por una cosa", pero de ahí a hacer una tabla de clasificación sobre quién aporta más músculo, de ahí a poder ganar, perder o empatar con la fe cristiana de los portadores en la muerte y resurrección, hay un abismo. Para más ´inri´, este eclesiástico hablaba de la similitud entre ambas manifestaciones sociales por el culto a la virilidad. Olvidaba este señor a las mujeres deportistas creyentes, incluso costaleras, que las hay.

Por simple razonamiento, quiere decir esto que un servidor, sin ser cofrade pero sí creyente en el deporte sin excepción, le gusta y siente la Semana Santa. Tamaña aberración. Quizás se ponga de moda preparar físicamente a los equipos cargando imágenes O quizás mi trabajo deba realizarlo en las sacristías de las parroquias, que no en las oficinas de los estadios. Es cierto que deporte y religión tienen ciertos paralelismos. Comparar es frecuente entre aficionados y estudiosos. Compartir ciertos términos también. La afición, al igual que la devoción, es a veces irracional.

Los deportes se han convertido en fenómenos de masas quizás porque tienen divinidades capaces de transformarse en mitos, autores de milagros terrenales, que de existir, se producen ante miles de personas. Cada principio de temporada, los feligreses esperan ver si el rito diseñado cumple sus expectativas. Una mañana de Jueves Santo, bien se puede contemplar un estadio con una entrada no alcanzada en años, como en el reciente sucedió en el fútbol de Tercera.

Es cierto que esto ocurre, pero de ahí a decir que "practicar semana santa" bien puede considerarse como una afición deportiva, hay gran diferencia, que además lastima tanto al deporte como a la propia religión. Entiendo que la Semana Santa es alma y cuerpo. La actividad deportiva, en cambio, cuerpo y alma.