En el Fernando Torres predominaba el azul de los locales, lógico. Pero en una de las esquinas del estadio reinaba el verde Villanovense. Fuenlabrada fue ayer una fiesta del fútbol -con fan zone para la afición local incluida- en la que la buena sintonía entre ambas aficiones fue la nota predominante durante todo el día. Y en el estadio siguió siendo igual.

Cuando al estadio llegó el autobús del Fuenlabrada los suyos lo recibieron con ruido, mucho ruido, y gritos y mensajes de ánimo. Los seguidores del Villanovense observaban, tranquilos, esperando su turno, que no tardó en llegar. Cuando apareció el bus del conjunto serón fueron ellos los que enloquecieron para empujar a sus jugadores a la gloria. Y mientras tanto eran los locales los que observaban el fervor de una hinchada por su equipo. En paz, dando ejemplo de sana convivencia.

En el campo no se paró de animar ni un segundo. Se llenó la grada con 4.200 hinchas del Fuenla y 400 del Villanovense y aunque sus voces parecían apagadas por momentos (la afición local se empleó de lo lindo), al final acabaron imponiéndose y reinando en el Fernando Torres. El «Alé, Villanovense, alé, ale» fue el cántico que imperó, el grito de una afición que respondió a la llamada de su club y que ahora tiene ante sí un viaje mucho más largo, hasta Santandér, casi 700 kilómetros, un poco menos que hace dos años a Bilbao, donde también hubo un nutrido grupo de hinchas serones. Pero primero tocará jugar en casa, volver a llenar el Romero Cuerda para empujar al equipo hacia un buen resultado.

«¡Habéis sido nuestra luz! ¡Gracias!», decía el Villanovense en su cuenta oficial de Twitter agradeciendo el apoyo de los 400 valientes y deseándoles un buen viaje de vuelta.

«El Villanovense ha sido un digno rival, es justo vencedor», reconocía la final del duelo Antonio Calderón, técnico del Fuenlabrada, que agradecía el apoyo de su afición en el partido de ayer y durante toda la temporada.