A Braulio (su padre) y Fernanda (madre), gente humilde y currante donde las haya, les ha costado dinero el fútbol. También al protagonista de esta historia, Antonio Luis Aceña Hinojosa, deportivamente ‘Luisito’ (Almodóvar del Río, Córdoba, 30 de mayo de 1991), el pequeño jugador del Azuaga (1.64), sin duda una de las claves de que el club extremeño dispute por primera vez en su historia la fase de ascenso a Segunda División B.

La enjuta figura de Luisito se paseaba con cierta timidez por el Pabellón Serrano Macayo de Cáceres la pasada semana, cuando recogió el premio de Canal Extremadura como mejor jugador de la temporada de la Tercera División. Una alegría en su «mejor año» como deportista dentro de su particular oasis de luces y sombras. Y es que no ha sido en absoluto fácil para él ser, al fin, reconocido.

«Puede ser, no lo sé. A mí en el Séneca el entrenador me ponía en otras posiciones, incluso de libre o de central, por la estatura, porque no me quería». El extremo lo ha pasado mal casi desde que tiene uso de razón por este factor, aunque ahora le quite yerro. «Yo siempre digo que no soy bajo, sino que me enfrento a gente muy grande». Y eso que desde los 8 años, y en interminables días, meses y años, su padre le llevaba «con un coche viejo» desde su pueblo natal hasta Córdoba para entrenar, «más de 60 kilómetros al día. A veces me traslaba a las tres y volvía a las 12 de la noche», Al final, como le ocurriría después en el Montilla, tuvieron que poner hasta el dinero de la gasolina.

Luisito ha estado cerca de abandonar el fútbol federado en más de una ocasión. Pero él y su gente, esa que ha creído en su talento, siempre han peleado hasta obtener una recompensa, aunque sea de perfil modesto: «jugar en Tercera, y esto ha sido gracias al Azuaga». En ello han tenido que ver mucho sus compañeros y su entrenador, Antonio Jesús Cobos, con el que viaja desde Córdoba los días de entrenamiento hasta Azuaga. Antes, desde su pueblo, eran casi dos horas.

Ahora este chico con Bachillerato y con un grado superior de Programación Industrial se puede permitir, eso sí sin alardes, vivir con su novia Verónica en la propia Córdoba y tener un desplazamiento más corto. «Nueve años aguantándome y apoyándome», dice con ese desparpajo tan suyo. Y es que trabaja en Primark este punta veloz capaz de firmar tres de sus 16 goles de este año (cuatro si se cuenta otro anulado)... de cabeza.

«Yo lo que quiero es sentirme profesional». No lo es, pero el cariño azuagueño le compensa, en cierto modo. Al menos, jugar en Segunda B. «Por qué no. El no ya lo tenemos», dice cuando se le plantea si puede ser con su actual club. En efecto: por qué no. El sábado, en Ipurúa, se cumplirá un sueño para él.

Con un respeto extremo por sus compañeros, resalta este futbolista diferente que él aprende cada día de jugadores como el veterano Neftalí. «No creo que cuelgue las botas», dice del goleador del partido decisivo en Coria, otro caso de estudio de inmenso amor al fútbol.

A punto de cumplir los 26 años, Luisito se toma todo con una filosofía especial, siempre positiva, nunca negativa. «Los cabr..., me dicen enano o llaverito, jajaja», comenta jocosamente de las bromas de compañeros. Muy grande.